martes, 17 de noviembre de 2009

El entrenador preferido de los dictadores

A la derecha, Bernd Stange. Sí, el que se parece a Slobodan Milosevic.

Por Rocheteau
Imagino el careto de los jefazos de la Stasi, descojonados, cuando leían en las secciones de deportes de los diarios de Alemania occidental eso de que "lo que se dice en un vestuario es secreto". En la RDA, hasta las conversaciones de los futbolistas en el retrete eran de interés para el partido. Todo gracias a tipos como Bernd Stange.

Imagino a Udai Hussein, el hijo de Sadam, el iluminado que mezclaba el bilardismo con los métodos de los Jemeres Rojos, el que torturaba a muerte a los desgraciados que fallaban los penaltis, eligiendo a su nuevo entrenador. Cuando le presentaron la ficha de un tipo caído en el olvido porque se había descubierto que fue inofizieller mitarbeiter, es decir, informador no oficial de la Stasi, cuando entrenaba a la selección nacional de la RDA, no lo dudó. Había que fichar a ese Bernd Stange.

Imagino el orgullo que debió de sentir Aleksander Lukashenko, el último dictador de Europa, timonel de una Bielorrusia aislada pero orgullosa de sus koljozes y sus sovjozes, que echa lagrimitas si ve estampitas de la URSS, cuando le presentaron el currículum de su nuevo seleccionador. Un tal Bernd Stange.

A Bernd Stange, 61 años, sajón, le gustan los regímenes políticos como las servilletas: bien planchados. Además de un entrenador apañado es un soldado cumplidor: acata órdenes, no hace preguntas y cuando la prensa extranjera le pregunta por la situación en Bielorrusia, un país donde Lukashenko lleva en el poder desde 1994 y en 2006 ganó con más del 80% de los votos, es capaz de responder esto: "Vivo en Minsk. No lo creerá, pero es una de las ciudades más limpias que he visto en mi vida. Y he visto muchas. Tienen un buen estilo de vida y me gusta estar aquí. Me gusta mi trabajo".

Bernd Stange es el entrenador de los dictadores. Nunca nadie dedicado al balón ha reunido una hoja de servicios tan meritoria casi siempre al servicio de algún sátrapa (también le van los que tienen poco carisma: en 2001 dirigó al sultanato de Omán).

Primer despido por traidor

Empezó como un obrero del fútbol en las categorías menores del fútbol de la Alemania del Este. Al chico eso del partido único le tiraba. Así que en el fútbol hizo camino en su versión futbolera: la federación. Tras foguearse en el Carl Zeiss Jena, entrena a varias selecciones juveniles para luego tomar las riendas de la RDA.

En los archivos de la Stasi, Stange aparecía con el nombre en clave de Kurt Wegner. Al poco de caer el muro, entra en el banquillo del Hertha, el gran equipo de Berlín oeste. Entonces se abre el túnel negro y kilométrico de los cajones del espionaje alemán y se descubre su carné de soplón del régimen. Lo echaron por traidor.

Tras dar varios tumbos por equipos del Este de Europa y de la extinta RDA, donde importaba menos su pasado, encuentra madriguera en Australia. ¿Demasiadas libertades para Bernd? El caso es que en 2002 acepta el encargo de Irak.

Entrenar al país en época de Sadam, en plena guerra e incluso durante la ocupación internacional posterior tiene su miga. Sobre todo porque consiguió colocar a una selección sin estadio ni techo en el puesto 45 de la FIFA, por encima de Gales y Escocia.

Contaba Stange con humor alemán que, bajo el régimen de terror de Udai, no había nadie que quisiera tirar los penaltis comprometidos por el temor de que le hicieran la picana al llegar al vestuario. Y luego hablan de miedo escénico. Muerto el dictador, al primer penalti decisivo, se presentaron siete jugadores iraquíes en el área peleándose por colocar el balón en el punto de cal. Qué mejor metáfora de la democracia.

Disparos al chófer

En Alemania se montó un escándalo como sólo el Bild es capaz de fabricar cuando apareció su foto, sonriente, ante un retrato del rais. Asegura que el fotógrafo le pedía que se moviera hacia su derecha sin dejar de sonreír. Mirar a su espalda le habría salvado. También a los jugadores de la RDA que hablaban libremente cuando él se encontraba en el vestuario.

Eso sí, de criticar a los dictadores, nada de nada. "He trabajado para regímenes comunistas, capitalistas, para un sultanato y un dictador [la lista se incrementaría después. Entonces no había entrenado a Bielorrusia], pero mi trabajo es siempre el mismo. Meter la pelota en la red".

Y, sin embargo, por segunda vez en su vida le echaron por traidor. En 2004, aunque el país apenas gozaba de infraestructuras para jugar al fútbol, tuvo que dejarlo por miedo a perder la vida. Ya habían disparado a su chófer nada más bajarse él del automóvil. Pero todo empeoró cuando aparecieron unas fotos suyas con Jack Straw, ministro de Exteriores británico, en un acto para promocionar el fútbol en el país petrolero. Siguió dirigiendo desde el exilio y consiguió alcanzar las semifinales en Atenas.

Tras un exitoso paso por Chipre, en 2007 aceptó trabajar en la limpísima Minsk. Con una banda y Aleksander Hleb, ha ganado a Holanda y logrado empates con Argentina y Alemania, aunque no se ha clasificado para el Mundial. Seguramente su corazoncito en el campeonato estará con Corea del Norte, su más que probable próximo destino. Sólo falta que alguien le pase a Kim Jong Il el currículum de un tal Bernd Stange. Dicen que en Pyongiang no se ve un chicle por el suelo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

"Julieta es una zorra" y otras banderolas

Por Rocheteau
Italia ya no es lo que era. Pase un primer ministro con sobredosis de viagra y colorete que ve jueces comunistas por todas partes; pase que se confirme lo que todos sabían: que hubo beso Andreotti-Riina, o sea, morreo Estado-Mafia tras los asesinatos de Falcone y Borsellino; pase que los estadios italianos sigan vacíos; pase que el nivel de los partidos en Italia se parezca cada vez más al de la Ligue 1 francesa; pase todo, pero no que hasta los striscioni sean una soberana mierda.

"Striscioni": dícese de aquellas pancartas o banderolas con objeto de escarnio del equipo contrario, de la tifosería de enfrente o incluso del equipo propio en tiempos difíciles. El último arte verdaderamente italiano.

Los hay antológicos. El mejor, Giulietta'na zoccola e Romeo un gran cornuto (Julieta es una zorra y Romeo un gran cornudo). Exhibido por los insuperables aficionados del Nápoles, en un partido contra el Verona, tierra un poco facha y, sobre todo, cuna de los Monteschi y los Capuletti de Romeo y Julieta.

Tal es la afición transalpina por la creatividad futbolística del saludable "sfottò" (reírse del prójimo), que hasta instituyeron un premio, el "Sandro Ciotti", con su jurado y todo, creado por el periodista Giancarlo Dotto para condecorar al "striscione" más ocurrente del año.

FNF protesta desde aquí oficialmente por la siesa elección del sanedrín de sabios. Una sabanilla cutre, con las letras en fluorescente rosa (suficiente ya para quedar descalificada por incapacidad estética, que lo de los striscioni tienen su arte), de una aficionada del Torino (recordemos que el ascensor granata volvió a bajar el año pasado hasta Segunda División). El eslogan: "Meno male che sono ubriaca" ("Menos mal que estoy borracha"). El único mérito, la constancia, porque la chiquilla, Eleonora Ingrassia, 22 primaveras, lo paseó en todos los partidos a domicilio del Toro durante el año.

Papi, compra a Adebayor

Mucho mejor era la medalla de plata, destinada a ese muñeco de cera que controla medio país: "Papi, cómprame a Adebayor. Firmado: Noemi". Aunque FNF habría entregado la medalla de oro a una que no mereció ni la pedrea, destinada a Cassano, tras la publicación de su tórrida autobiografía: "700 mujeres para Cassano y el cerebro todavía virgen".

Sólo curiosa la de "Fuorinho", tras la eliminación del Inter de la Champions. Y las demás no merecen ni mención (hasta hubo una inspirada en "Lo que el vieno se llevó").

El nivel medio es un verdadero insulto a los clásicos. Por ejemplo, "Moggi, chi hai chiamato oggi" ("Moggi, ¿a quién has llamado hoy?", que pierde algo traducido y sin rima); el desplegado por los aficionados del Torino en un derby contra la Juventus, siempre parte del imperio Fiat: "Siete più brutti della Multipla" (Sois más feos que la Multipla); "El hombre desciende de Gattuso", que no requiere comentario alguno; el milanista "Galliani, lleva a Ronaldo al Dr. House" o el intraducible "Lapo, tira una riga al passato" (lo siento, pero tengo que ponerlo, que lo disfruten los italianófonos, sería algo así como "Lapo, tacha el pasado con una rayita"), exhibido en San Siro contra la Juve, después de que se descubriese que pasatiempo preferido del noto miembro de la familia propietaria de la Juve, Lapo Elkann, eran las noches de coca y transexuales.

El asunto de los striscioni, serísimo en Italia, mereció hasta la publicación de dos libros con los mejores de la Historia, recogidos por Cristiano Militello, con el lógico título de "Giulietta na' zoccola". Por cierto, este famoso striscione fue expuesto en el estadio del Verona, tras varios años de orgullo herido. En 1985, los del Norte habían aparecido en el San Paolo con una banderola bien cafre que rezaba: Vesuvio, haznos soñar. Qué tiempos aquellos...