
La única teología que admite FNF es la de que Dios está en los detalles. Ya os sabéis la final del 1 al 90, los impuestos que pagará Mourinho en Madrid y el tralará llorón de los diarios deportivos sobre el malísimo catenaccio que se comió a la princesa del buen juego. Así que vamos a la otra final, la que no imagináis los que no estuvisteis allí, hecha de meadas inolvidables, lágrimas de viejo y estampitas de profetas, la geometría variable de sentimientos que hace de todos nosotros una banda de yonkis del fútbol.
Los primos de Eto’o. 8.45 horas de la mañana. Alrededores del Santiago Bernabéu. Andrea, milanés sin billete, va en búsqueda de su santo grial cuando se topa con tres armarios empotrados de tez negra, tapizados con una bandera de Camerún a la espalda y una bolsa de plástico con 100 entradas. Andrea sospecha que se trate de falsificaciones, pero se la entregan hasta precintadas. Usan un argumento de peso, casi más para espantar a un comprador que lo contrario: son primos de Eto’o. Le piden 800 euros. Al final le sacan lo que lleva en los bolsillos: 425. Andrea entró en el bernabéu. Sentado en la tercera fila. Junto al padre de Julio césar, los familiares de Maicon y, dos filas más atrás, los tres armarios empotrados de la mañana. Pues sí, eran primos de Eto’o sacándose un dinerillo.
Los primos de Eto’o. 8.45 horas de la mañana. Alrededores del Santiago Bernabéu. Andrea, milanés sin billete, va en búsqueda de su santo grial cuando se topa con tres armarios empotrados de tez negra, tapizados con una bandera de Camerún a la espalda y una bolsa de plástico con 100 entradas. Andrea sospecha que se trate de falsificaciones, pero se la entregan hasta precintadas. Usan un argumento de peso, casi más para espantar a un comprador que lo contrario: son primos de Eto’o. Le piden 800 euros. Al final le sacan lo que lleva en los bolsillos: 425. Andrea entró en el bernabéu. Sentado en la tercera fila. Junto al padre de Julio césar, los familiares de Maicon y, dos filas más atrás, los tres armarios empotrados de la mañana. Pues sí, eran primos de Eto’o sacándose un dinerillo.

De apóstoles y meadas

Lucia, non nata y ya interista. Antonio es interista desde la cuna. Le cae sobre la frente un flequillo un poco a la Bruno Conti. Su rostro es el de un tipo bien. Esas buenas personas que parecen tener un neón parpadeante sostenido en la frente que avisa: “Hey, soy un buen tío”. Empezamos a charlar. Me explica que ayer, 22 de mayo, estaba previsto el nacimiento de su primera hija, Lucia. Anonadado, mi silencio dibuja un granítico símbolo interrogativo sobre mi cabeza. “No, el ginecólogo nos dijo que todo iba bien, que lo más seguro es que aguantase un poco más. Pero nunca se sabe…”. Supongo que, si hubiese oído esa historia cualquier otro día, hubiese directamente creído estar frente a un enfermo, y lo siento por el neón. “No, no es que haya antepuesto el fútbol a mi hija, es que…”, se excusa, con el mismo gesto naïf, y no termina la frase. Y yo le entiendo. No sé por qué, pero pienso que Lucia, que será interista, estará orgullosa de su padre el día que le confiese que estuvo en Madrid aquel día de 2010. Que le habló desde el otro lado del vientre y le pidió que esperase. Que lo hiciese por su padre, por tanto sufrimiento acumulado, por tantos años en que las bandas negras de la camiseta parecían barrotes de infelicidad, que le diese 24 horas para cumplir un sueño perecedero, efímero pero tan intenso, antes de poder tocar otro, ése ya perenne, inagotable, infinito: el de ser padre. Lucia le escuchó.

Inolvidable meada. El Inter es campeón de Europa. Ha pasado más de una hora desde el final del partido. Coincidimos cuatro personas en el mingitorio. Mi socio de la derecha, camiseta del Inter, se desahoga a dos metros del urinario, con un beatífico gesto de satisfacción incontrolada. El hombre parece estar echando la primera cañita tras su llegada al paraíso. De repente, suelta: “Joderrrr, la meada más inolvidable de mi vida”.
Ah, sí, anoche también hubo un partido de fútbol. Pero fue mucho menos interesante.