miércoles, 10 de febrero de 2010

No te cagues en Dios que gana la Juve


Menos mal que Ibra se fue del pío Calcio

Por Rocheteau
Era un frío 12 de octubre de 1975. Cuando el periodista Beppe Viola, en el minuto 89', anunciaba ya en la radio "Desde Como, resultado final: Como vence a la Juve por 2-1", a Claudio Correnti, centrocampista correoso y capitán del Como, se le escapó un sonoro "Porco Dioooo!!!!" en las inmediaciones del área. El árbitro, Menegali, no dudó en señalar un estrambótico golpe franco a favor de la Juve por falta de respeto al altísimo.

La falta la pegó fuerte el bigotudo diestro Franco Causio. Fontolan metió el pie y los blanquinegros empataron el partido por una blasfemia. Cosas que pasan cuando te llamas Juventus.

Pocos lo saben, pero en el fútbol italiano está prohibido cagarse en Dios, la virgen o cualquiera de sus diferentes acepciones desde 2001 (Menegali, en el 75, lo hizo por cuenta propia). Vamos, que el fútbol italiano ha reactivado un delito despenalizado civilmente y con tufo a Medievo.

En los campos, uno puede tomarla con "un puto negro", pedirle a un árbitro que mire bajo el coche a la mañana siguiente, cagarse en los muertos del delantero adverso, amenazar de degüello inminente a tres o cuatro seguidores rivales o encenderse los puros con bengalas, pero no mentes a Dios ni a la virgen (las dos acepciones más floridas y recurrentes cuando de faltar a la trascendencia se trata).

Fue Gianni Petrucci, hoy presidente del Coni, el que lanzó la campaña en 2001 (que se saldó con una receta digna de la Inquisición: tarjeta roja por blasfemia). Lo pagaron los entrenadores. El primero, Baldini, del Empoli, que mereció el galardón de alguna asociación atea: el cuarto árbitro le contó hasta 67 blasfemias durante el partido. Para los que conozcan Italia, basta decir que Baldini es toscano. Un lugar donde el insulto, especialmente si se refiere a lo sacro, es un ejercicio colectivo de inventiva sin igual.

Materazzi y la santa virgen

Luego le tocó a Vavassori y, finalmente, a Walter Novellino, entrenador de Piacenza (multa de tres millones de liras incluida), por un "Dio Cane" en un partido contra el Milan. Novellino pagó y también puso algo de cordura en el asunto: "¿Y quién expulsa a Fatih Terim si blasfema en turco?".

Trapattoni, que estará encantado de entrenar a la catolicísima Irlanda, le cantó las cuarenta a Buffon, al que se le había escapado el juramento sacrílego en un entrenamiento de la selección: "Gigi, si no le paras un penalti a Materazzi, ¿qué tiene que ver la virgen?».

El mismo Gianni Petrucci acaba de sacar de nuevo la polémica a pasear, porque le molesta leer en los labios de los jugadores imprecaciones sagradas cada dos por tres sin que los árbitros se conviertan en vicarios de Dios en el campo. "No es un problema de religión, sino de la imagen que damos a los chiquillos que ven este espectáculo. Se da la idea de que blasfemar es lícito porque nadie lo castiga".

Mourinho, genio y figura, dijo: "¿Blasfemias? No he oído nunca ninguna". Kaká dice que ya en su época rossonera recriminaba a los compañeros duchos en el noble y creativo arte de echarle las culpas al de arriba. "No es culpa de Dios si fallas un gol", dice el santurrón hoy madridista. De lo que cabe deducir que tampoco es cosa de la divinidad que lo meta, por lo que no se entiende su chorra "Gracias Señor" del otro día por colar un gol de rechace que habría clavado hasta Salinas.