lunes, 24 de mayo de 2010

Destellos de una final neroblu

Por Rocheteau
La única teología que admite FNF es la de que Dios está en los detalles. Ya os sabéis la final del 1 al 90, los impuestos que pagará Mourinho en Madrid y el tralará llorón de los diarios deportivos sobre el malísimo catenaccio que se comió a la princesa del buen juego. Así que vamos a la otra final, la que no imagináis los que no estuvisteis allí, hecha de meadas inolvidables, lágrimas de viejo y estampitas de profetas, la geometría variable de sentimientos que hace de todos nosotros una banda de yonkis del fútbol.

Los primos de Eto’o. 8.45 horas de la mañana. Alrededores del Santiago Bernabéu. Andrea, milanés sin billete, va en búsqueda de su santo grial cuando se topa con tres armarios empotrados de tez negra, tapizados con una bandera de Camerún a la espalda y una bolsa de plástico con 100 entradas. Andrea sospecha que se trate de falsificaciones, pero se la entregan hasta precintadas. Usan un argumento de peso, casi más para espantar a un comprador que lo contrario: son primos de Eto’o. Le piden 800 euros. Al final le sacan lo que lleva en los bolsillos: 425. Andrea entró en el bernabéu. Sentado en la tercera fila. Junto al padre de Julio césar, los familiares de Maicon y, dos filas más atrás, los tres armarios empotrados de la mañana. Pues sí, eran primos de Eto’o sacándose un dinerillo.

La bufanda deshilachada. Quedan dos horas para el partido. Alessandro, rostro pecoso coronado por rizos pelirrojos, apenas nota los 25 grados de Madrid, y eso que cubre su cuello con una bufanda, tirando a fea, deshilachada, de abuela con poco gusto. Era una bufanda con franjas grises y negras, colores incomprensibles ayer. Al rato, a alguien la asalta la misma duda, pero tiene el valor de preguntarlo. “Alto, que esta bufanda vivió el 6-5 al Milán de 1949. Y las dos copas de Europa del 64 y el 65”. La piel se me eriza de repente. El 6 de noviembre de 1949, el Inter se fue al descanso perdiendo 1-4. En la segunda parte, se culminó la “remuntada”. Y esa bufanda ya molineaba al viento aquella noche. Casi me acerco a pedirle perdón por mi primera impresión de aquel ‘pezzo di stofa’ (trozo de tela). Ahora me siento como un peregrino ante la sábana santa. El rostro de ese interista se me ilumina como si estuviera ante el tiffosi más especial de la noche. Como si un tipo se hubiese hecho un parche en su cazadora vaquera con un Matisse y me lo enseñase mientras grita en honor a “la Madonnina”.

De apóstoles y meadas


Apóstol del profeta Mou. En el metro de Madrid, comienza una charla animada con un tipo al que llamaremos dottore. Es un alto dirigente de Tuttosport, diario deportivo turinés y algo así como el Pravda de la Juventus. Esto no sería nada llamativo de no ser porque el tipo va pertrechado con bufanda interista y echa mano de su cartera, de la que saca una estampita de José Mourinho, un trozo de papel con un marco como de artesonado dibujado en torno a su rostro, como si fuera una publicidad de los testigos de Jehová. Exactamente como si un dirigente de “Sport” llevase fotos de Florentino en su cartera. “Este hombre es mi profeta y yo predico su verbo en Turín”, afirma, tan pancho. Y yo me digo: “bendito país, Italia, el único lugar donde nada es previsible. Ni siquiera las personas”.

Lucia, non nata y ya interista. Antonio es interista desde la cuna. Le cae sobre la frente un flequillo un poco a la Bruno Conti. Su rostro es el de un tipo bien. Esas buenas personas que parecen tener un neón parpadeante sostenido en la frente que avisa: “Hey, soy un buen tío”. Empezamos a charlar. Me explica que ayer, 22 de mayo, estaba previsto el nacimiento de su primera hija, Lucia. Anonadado, mi silencio dibuja un granítico símbolo interrogativo sobre mi cabeza. “No, el ginecólogo nos dijo que todo iba bien, que lo más seguro es que aguantase un poco más. Pero nunca se sabe…”. Supongo que, si hubiese oído esa historia cualquier otro día, hubiese directamente creído estar frente a un enfermo, y lo siento por el neón. “No, no es que haya antepuesto el fútbol a mi hija, es que…”, se excusa, con el mismo gesto naïf, y no termina la frase. Y yo le entiendo. No sé por qué, pero pienso que Lucia, que será interista, estará orgullosa de su padre el día que le confiese que estuvo en Madrid aquel día de 2010. Que le habló desde el otro lado del vientre y le pidió que esperase. Que lo hiciese por su padre, por tanto sufrimiento acumulado, por tantos años en que las bandas negras de la camiseta parecían barrotes de infelicidad, que le diese 24 horas para cumplir un sueño perecedero, efímero pero tan intenso, antes de poder tocar otro, ése ya perenne, inagotable, infinito: el de ser padre. Lucia le escuchó.

Con tres años viendo la tv. El Inter ya va con ventaja. Y en la puerta del vomitorio (quién le pondría ese nombre a los accesos de un estadio), dos tipos adultos con dos pines del Inter en la solapa comparten silencios. Comparten el miedo. Comparten la tensión. Casi lo llamaría el abismo de la felicidad, tan lejanas parecen a veces las mieles en ciertos equipos. Tan habituados están a la desilusión, que cualquier buena noticia viene acogida con la desconfianza de quien está seguro que es sólo una jugarreta del destino para volver a mostrarle el dedo corazón. Parecen una pareja cómica de cine: el alto enjuto y el bajo rechoncho, ambos trajeados. Uno de ellos, el más joven, unos 50 años, aire a lo Wenger, empieza a contarnos casi sin que le preguntemos: “¿Sabes? Yo vi la final del 64. Delante de mi televisor en blanco y negro. Me lo contó mi madre. Mi padre no era interista, pero yo oía hablar de “la Grande Inter”, y quise verla. Allí sentado, en el salón, sin entender nada, viendo a Luisito Suárez, Facchetti, Corso…”. Cuando Milito marcó el 2-0, me giré. Estaban los dos compartiendo de nuevo el silencio, pero éste era un “sin palabras” diferente. El del que no encuentra cómo describir una ilusión parecida. Me pareció que el otro, chaparro, con bigote, tras las gafas, lloraba.

Inolvidable meada. El Inter es campeón de Europa. Ha pasado más de una hora desde el final del partido. Coincidimos cuatro personas en el mingitorio. Mi socio de la derecha, camiseta del Inter, se desahoga a dos metros del urinario, con un beatífico gesto de satisfacción incontrolada. El hombre parece estar echando la primera cañita tras su llegada al paraíso. De repente, suelta: “Joderrrr, la meada más inolvidable de mi vida”.

Ah, sí, anoche también hubo un partido de fútbol. Pero fue mucho menos interesante.

jueves, 20 de mayo de 2010

ZP lo intentó; Del Bosque lo hizo

Por Rocheteau
Érase una vez una España multicolor, sonrisera y fraternal donde nueve jugadores del Barça (ocho + Fábregas) y dos del Athletic de Bilbao, aunque sólo uno de ellos con corte de pelo made in Bilbao, luchaban por llevar el himno de España a lo más alto en un Mundial…

Zapatero podrá contar esta fábula almibarada a sus nietos (siempre que no le salgan góticos) pero nunca podrá ser él el protagonista. El presidente soñó con un país de teletubbies, pero con el bosque encantado lleno de ikurriñas, senyeras y banderitas de España. La idea tenía mérito. Pero caía en el sempiterno y cándido error de creer que la gente es buena.

Con los jugadores de los equipos que menos españoles se sienten, nos da para un once de garantías con el que llevarnos la Copa del Mundo en Sudáfrica. Cada uno habla en la lengua que le parece. Se ponen la misma camiseta. Y hasta pasan la tarde jugando a la play. Dile tú a un diputado de ERC que si quedas para echar un mus después de comer.

Los teletubbies, en el mundo real, son una banda de cabronazos que intentan quitarle la manta al de al lado, sólo aceptan gargarear en su idioma y además quieren ayudas de la UE para convertir sus bailes chorras en asignatura obligatoria, o les da por ponerse a escribir una letra para el himno teletubbie. Hay que ser gilipollas: ¡si los teletubbies no saben hablar!

El triángulo Xavi-Xabi-Javi

Decía Víctor Valdés, en una reciente rueda de prensa: “Ir a la selección es importante para todo jugador español”. Ahora piensen en Iñaki Anasagasti, ministro de lo que sea, diciendo: “Formar parte del Gobierno es importante para todo ciudadano español”.

La selección plurilingüe podría alinear incluso un eje del centro del campo formado por Javi-Xavi-Xabi, el mismo nombre en tres lenguas. Y no habrá bronca alguna. ¿Por qué? Porque al mando está el mesetario sensato. Un abuelo de la patria futbolera y con bigote, como los únicos profesores que hemos respetado a lo largo de nuestras vidas.

Y, además, progresista. Porque Del Bosque, el patilludo que ponía los sacos terreros en el mediocampo del setentero Madrid ye-ye, siempre fue de izquierda. Pero no de esa ideología ecolo-lollypop, sino de la de las manos curtidas. Eso que antes se llamaba de la gente honrada. De los currelas.

No le ha dado miedo juntar a todos los gallos en el vestuario. Que unos no sientan a España como otros. Que les guste llevar las medias así o asá. Con toda razón, le da igual. Tanto pegarse por qué es España, cuando lo mejor es dejar que cada uno la vea como le dé la gana mientras que tengamos cuatro reglas que nos sirvan para todos. Y ésas las pone Del Bosque.

Casillas, ¿pepero?

No es sólo cuestión de idiomas, sino también de ideologías. ¿A quién vota Casillas? Por muy de Móstoles que sea, le pega, como a Sergio Ramos, el PP, y además es hijo de guardia Civil. Javi Martínez y Puyol extrañaría que no votasen nacionalista o independentista. Villa, aunque sólo sea por tradición minera, seguro que tira a la izquierda. Y Navas, callaíco en el rincón, que de esas cosas a él le han dicho en casa que no hable.

Eso le ha faltado a Zapatero para convertirse en el Del Bosque de este país: sensatez. El seleccionador no le dirá a los nueve del Barça: elaborad vuestro plan de juego por separado, que ya me encargaré yo de que luego lo apruebe el resto del equipo. No, que luego llega el Constitucional y se atranca tres años. Seguro que tampoco permite que los del Madrid se marquen goles en propia meta, en plan Rajoy, antes que remar todos en la misma barca.

Si España gana el Mundial, al día siguiente FNF abre grupo en facebook: “Pollón for president”.

sábado, 8 de mayo de 2010

El día en que Zanetti fue (casi) Balotelli

Por Rocheteau
Balotelli es un imbécil. Por muchísimas razones, que pueden concentrarse en una imagen: su ira lanzando la camiseta del Inter al césped, humillando el escudo que le ha descubierto y que le paga, tras el 3-1 al Barça en el Giuseppe Meazza. Zanetti es un Dios por consenso. El símbolo sosegado de un verdadero “capitano”. Y sin embargo, una noche de 1997…

Era un 21 de mayo. Final de la UEFA. Inter-Schalke 04. Partido de vuelta. Minuto 119. Roy Hodgson, entrenador del Inter (al que pronto dedicaremos un post porque ha llegado de nuevo a esa misma final, pero con un equipo a su medida: el Fulham), decide cambiar a Javier Zanetti, antes de la tanda de penaltis.

Zanetti, el mejor de aquel Inter de Zamorano, Bergomi, Pagliuca, Ince & co., no podía creérselo. Mira para todos los lados, como pidiendo que alguien haga entrar en razón al coach. Comienza a dar pasos nerviosos hacia el banquillo, zigzagueando, mientras se acuerda de alguna madre inglesa. Se saca la camiseta por fuera de los pantalones. Junta las manos y mira al cielo. Cabreado, pone los brazos en jarras…

…y como no es Balotelli, se besa la mano y la choca con la de Nicola Berti, que entra en el campo. Y como no es Balotelli, no se quita la camiseta mientras sigue en el campo. En cuanto cruza la línea de banda, en un gesto de rabia incontenida, el único en más de 500 partidos con el Internazionale, se sacó la zamarra , sus diez bandas negras, sus otras tantas bandas azules, y la tiró a los pies de Hodgson.

Se quedó con una humilde camiseta “abanderado” de tirantes, blanca, como su piel pálida de jugador a la antigua, de la era pre-metreosexual, pre-Becks, pre-CR9, de cuando el fútbol era sólo pies y cabeza, no cara, flequillo y abdominales. Zanetti, que nació con apellido italiano quizás porque nació para jugar en Italia, se quedó de pie, mirando los penaltis de sus compañeros, musitando y con su mandíbula de caudillo particularmente acorazada.

Después fue Zamorano quien le hizo entrar en razón. Le obligó a acercarse de nuevo al entrenador y pedirle perdón. Como no es Balotelli, Zanetti recogió su camiseta, ya del revés, y lo hizo. Ambos se abrazaron ante las cámaras, aunque Zanetti seguía pensando que era un inútil (y no le faltaba razón).

Aquel día el Inter perdió la UEFA. Aquel día, Zanetti fue humano.

domingo, 2 de mayo de 2010

"Fuck the football", dijo el lateral izquierdo

¿Cómo distinguirlo de Fellaini? Por el mechón... y porque coge el metro

Por Rocheteau
La duda era grande: elegir un título sobre un jugador mercenario, un tipo que detesta el fútbol y sólo mete el pie por el fajo a fin de mes, o titular “Juande, tolai, esto es Inglaterra”. El segundo tenía la ventaja de apelar a alguien conocido. La percha de lo ibérico. El gancho perfecto. Exactamente lo contrario de lo que nos importa en FNF. Así que vamos con el “soldado de fortuna” del Tottenham, aunque no lo conozca nadie. Vamos con un tipo entre valiente y temerario, aunque su nombre sea uno de los más difíciles de retener de la Premier. Vamos con Benoît Assou-Ekoto.

Todo comienza con este artículo del Guardian. Uno de los textos sobre fútbol más interesantes del año. “Juego por dinero. El fútbol no es mi pasión”. Me juego el sueldo que FNF no me paga a que el brillante tipo que escribió el artículo no fue el que eligió un título pésimo. Porque tipos que juegan al fútbol pero no son capaces de ver 90’ de este deporte los hay a mansalva. Por lo menos dos o tres de cada vestuario de Primera sólo están aquí para llevárselo crudo. Pero muy pocos son capaces de hablar sobre la hipocresía.

Explica el lateral izquierdo diesel de los Spurs que alucina cuando ve a sus compañeros decir en las entrevistas de la tele exactamente lo contrario de lo que argumentan a puerta cerrada en el vestuario. “Venga ya, ¿tienes dos personalidades? No puedo soportarlos cuando hablan así. Sé que mienten y yo odio las mentiras. Yo no soy así. Yo soy siempre honesto”.

Assou-Ekoto critica el putiferio en los hoteles con señoritas de muslo acogedor, se declara fiel a su novia de toda la vida y asegura que tampoco hay que exagerar, que no odia el fútbol, pero que no es “ninguna pasión”. Curioso: The Guardian presenta el texto como la salida del armario del primer futbolista mercenario, sólo por afirmar lo que diría cualquier currito. “Todos, cuando aceptamos un trabajo es por dinero. No entiendo por qué la gente se escandaliza si digo que juego por dinero. “¡Oh, es un mercenario!”. Pues todos los jugadores lo somos”.

Assou-Ekoto es francés de padres cameruneses y despuntó en el Lens. Un ejemplo más de que el campeonato francés se ha convertido en una cantera de la Premier. La wiki en inglés le presenta más o menos como el tipo que frenó una vez a Cristiano Ronaldo, como si fuera importante. Bernard Mendy, ex del PSG, le ganó un sprint a Roberto Carlos, y se muere de asco hoy en el Hull, pero en fin…

Ahora sí: "Juande, tolai..."

El chaval, tirando a rebelde, asegura que no cree en la amistad en el fútbol, y que sólo tiene algo más de relación con dos tipos. Masacra a su ex presidente del Lens. Al ex director deportivo del Tottenham. A Martin Jol, ex entrenador del Tottenham, porque le pedía que “sonriera” más en los entrenamientos.

Y le dedica su mejor perla a Juande Ramos, ese Gordon Brown de los banquillos, que le reprendió, cuenta, por ser demasiado agresivo en los entrenamientos. Su respuesta, una joya: “Esto no es tenis, sino fútbol. Crees que estamos en España, pero esto es Inglaterra, amigo”.
Si le tiras el capote de la política, también entra. Dice que lo de ser francés es una prescripción de su pasaporte. Que Francia no le ha dado nada. Y que si le preguntan, él dice que es de Camerún, el país de su padre.

El perfecto antihéroe. Una chincheta en el globo futil de este negocio. Un tipo que le canta las 40 a las amebas del fútbol. ¿Tendría que gustarle a FNF, no? No sé. Yo desconfiaría por sistema de un tipo que asegura decir siempre la verdad. Sobre todo si fuera su novia. Pero si de verdad le dijo eso a Juande el de las papillas, y además es verdad que se mueve por Londres en metro con su Oyster card, Assou-Ekoto será un mercenario, pero los tiene cuadrados.