sábado, 7 de agosto de 2010

Vaticano vs Calcio: más rezos y menos Eto'o

Por Rocheteau
Desde luego que la Iglesia es una máquina de comunicación bien engrasada. Porque en plena resaca de los escándalos por la ocultación de violaciones en masa y worldwide por parte de seminaristas, curillas, señores párrocos y doctos obispos; con el islam y los evangélicos comiéndoles la tostada en las capas populares del Tercer Mundo y la COPE a punto de arrebatarle a Larry King y Christiane Amanpour a la CNN para su nueva temporada, la verdad es que hay que tener gente disponible para lanzarse a una cruzada contra los horarios del calcio.

En un arrebato florentiniano, a los dirigentes del fútbol italiano, les entró un ataque de cordura marketiniana para intentar arrebatarle algo de cuota de mercado a la Liga y la Premier (muy por encima en audiencia mundial) y decidieron fijar un partido semanal los domingos a las 12.30. De rebote, luchaban contra la violencia creciente en los estadios italianos, con una táctica british: a esa hora no hay borrachos, los críos no tienen problemas de horarios y se favorece el fútbol como espectáculo para todos los públicos.

Hete aquí que a la Santa Madre Iglesia no le gusta que el doblar de las campanas dominical se confunda con los alaridos del gol. Como luego los del AS nos acusan de manipuladores, y no queremos un conflicto semejante con el Vaticano, que lo explique Carlo Mazza, obispo de Fidenza, director de la Fundación Juan Pablo II para el Deporte y encargado en la Conferencia Episcopal Italiana de la pastoral tiempo libre, turismo y deporte (en el currículum no se precisa si con o sin sotana): “Creo que este anticipo a las 12.30 es verdaderamente deletéreo [adj. mortífero, venenoso. U. t. en sent. fig.] desde todos los puntos de vista, tanto para los jugadores que salen al campo como para la familia, el mayor problema”.

“Con partidos los sábados y los domingos, este untar fútbol en todo el tiempo del hombre y del domingo me parece forzado ”. Todo un hallazgo eso de “untar fútbol en el tiempo del hombre”, pero al Lyssavetzky vaticano le traiciona la insinceridad. No se atreve a decir que si ya va poca gente a misa, en competencia con el fútbol, los bancos de las iglesias van a parecer el estadio del Cosenza en un partido de Copa.

Pero para eso está Clauido Giuliodori, ex futbolista de Tercera y a la sazón obispo de Macerata: “El problema no es la misa. Nos parece excesiva la extensión de manifestaciones a lo largo del domingo, en perjuicio del tiempo para la familia, para las actividades sociales y para el rezo”. Claro, porque ahora que no hay fútbol a las 12.30, no se ve un italiano por la calle a esa hora: están todos de rodillas musitando salmodias.

Al infierno, con Gol TV

No es la primera incursión de la Iglesia contra el belcebú de las masas. Ya consiguieron (leer “No te cagues en Dios que gana la Juve”) que, a partir de esta temporada, una mínima blasfemia equivalga a una tarjeta roja. Los fanáticos de la acera de enfrente ya intentaron prohibir la camiseta del Inter (y del Huesca). Y en Israel, los de las trenzas ya intentaron forzar que la selección no juegue en sabbath.
Hace 15 años, la Iglesia italiana ya se levantó contra el horario de un partido, un peligrosísimo Atalanta-Udinese, jornada 30º, porque coincidía, a las 20.30h, con el Via Crucis del viernes santo. Al final, los del sagrario se salieron con la suya y el encuentro fue adelantado a las 18 horas.
A mí, personalmente, el domingo siempre me pareció un coñazo. No tengo nada en contra de que la gente se vista de negro y canten cogidos de las manos. Ni siquiera me parece peor ser monaguillo que boy scout. ¿Por qué la obsesión de las religiones en limitar la libertad? ¿Podrían dejar de preocuparse por nosotros, catetos desposeídos de luz divina, atávicos materialistas, embebidos hinchas furibundos en busca de nuestra dosis de pan y circo?

Si tan necesitado está el hombre de espiritualidad, que nos dejen elegir. Porque yo veo más inspiración divina en un control de Messi que en la casulla de un panzudo moralista. Y no me importaría ir al infierno si tienen Gol tv.

Igual, 15 años después, muerto el Papa que fue portero, Italia ya es capaz de decidir por sí misma a qué hora se juega un simple partido de fútbol. Y que en el Vaticano a alguien se le escape: “Con el calcio hemos topado”.

domingo, 1 de agosto de 2010

Sarkozysmo futbolero: a la guerra, sin cascos

Hoarau, delantero PSG: "Critica, chucho, que no te escucho"
Por Rocheteau
Una epidemia de ley y orden se cierne sobre el fútbol francés. Los chicos malos que tiraron el Mundial por el desagüe en Sudáfrica han despertado una inesperada ola de sarkozysmo futbolístico. Los hinchas gritan: “¡mano dura con los niñatos!”. Y hay un presidente que ha decidido una vía intermedia entre el florido pensil y los famosos por su poca dulzura CRS (antidisturbios franceses): prohibir la estética rapera de los futbolistas franceses y empezar por los horrendos cascos XXL con los que escuchan música a todas horas.

Michel Guyot, presidente del recién ascendido Brest, fue el primero en sacar las espuelas. “La gente está harta de esos cascos y del desdén que suponen en público. Cuando nuestros jugadores salgan del autobús o del avión con los cascos les caerá una multa. En contacto con los hinchas, entonces estarán terminantemente prohibidos”.

El ejemplo de nuestro amigo Guyot, impagable: “Cuando Thierry Henry fue a ver al presidente de la República (Nicolas Sarkozy), no se los puso. En cambio, durante el Mundial no se los quitó. Eso significa que hay gente a la que se respeta, y yo deseo que nuestros espectadores lo sea”.

Es innegable que los franceses han hecho un mundial de mierda. Vale. En la selección nacional hay cuatro o cinco (de ellos, uno jugó en el Real Madrid y otro estuvo a punto de hacerlo) que si no hubiesen acabado corriendo delante del lateral habrían terminado haciéndolo delante de un gendarme. Vale. Y la mayoría de ellos necesita una educación o, en su defecto, un par de consejos sobre a) cómo comportarse, b) cómo vestirse, c) cómo hablar.

Pero pensar que prohibir los cascos de aparcaaviones va a servir para que estos chicos encuentren la recta vía es como si el presidente de la Federación Italiana prohíbe la gomina en los cráneos de los internacionales para que escarmienten después de su patético paso por Sudáfrica. Dicho lo cual, el trauma sería insoportable para algunos. Pero no creo que obedecieran más al entrenador ni que Iaquinta de repente supiese usar los pies.

Como camellos de The Wire

Lo que hace la Ligue 1 es simplemente copiar a la NBA, cuando David Stern decidió que tener una pléyade de estrellas vestidas como camellos de The Wire, portando armas en la guantera y fumando marihuana igual no era un buen negocio. Yo el argumento lo pongo en duda. Pero, en cualquier caso, Stern les obligó a ir vestidos “como Dios manda”, que se dice por aquí. Traje, corbata... y luego les siguen pillando con armas en la guantera y fumando marihuana, pero eso ya no hay quien lo controle.

En Francia no se trata de una decisión de la Liga, sino de cada club. Pero la medida del presi bretón gustó tanto que los demás se han subido al carro enseguida. El Olympique de Marsella también ha prohibido los famosos cascos del iPod en público. “El fútbol tiene que salir de la torre de marfil. Hay que hacer esfuerzos para abrirse a los que están a nuestro lado. Eso pasa por gestos simples”, dice Jean-Claude Dassier, presi del equipo marsellés, imitando a un psicólogo de programa de radio. Una teoría compartida por el nuevo seleccionador nacional, Laurent Blanc.

¿Y qué opinan los jugadores? Pues un tipo cabal como Mamadou Niang, al que además le gusta llevar cascos (ver foto izqda), considera que se trata de una chorrada efectista: "El año pasado, escuchando música en los cascos, ganamos el doblete en Marsella. Es para concentrarse. dicen que es porque daña nuestra imagen. La verdad, no veo la relación. No es culpa nuestra que Francia jugase mal en Sudáfrica. Además, no creo que por quitarse los cascos vayan a ganar el próximo Mundial".

Otros hasta lo han defendido, como el de Lorient, Loïc Fery: “Para el jugador, es una forma de entrar en una burbuja y concentrarse para el partido”. Pero el único que ha puesto un poco de sentido común sesentayochista es Gervais Martel, presidente de Lens: “Con una prohibición, pasamos de un extremo al otro. Mis jugadores no son imbéciles y entienden la necesidad de abrirse más el público”. Si la afirmación es cierta y sus jugadores no son imbéciles, vaya suerte tiene el presidente del club nordista. Lleven o no lleven cascos de aparcaaviones.