domingo, 28 de noviembre de 2010

Mediapunta y apadrinado por Cosa Nostra

Por Rocheteau
El 29 de junio de 2010, el Tribunal de apelación de Palermo condenó a siete años al todavía senador Marcello dell’Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi, por “participación externa en asociación mafiosa”. El juez consideró probado que Dell’Utri era el enlace entre Totò Riina, Bernardo Provenzano y su jefe, a la sazón presidente del Milan, Silvio Berlusconi.

Tres semanas antes, Gaetano d’Agostino, hábil centrocampista ofensivo del Udinese, firmaba su nuevo contrato de tres años con la Fiorentina.

¿La relación entre ambos hechos? Rebobinemos 16 años en el metraje de la enfangada política italiana y empleemos sólo declaraciones bajo juramento del proceso a Dell’Utri.

En 1992, según comprobó la polícía en la agenda de Dell’Utri, éste habría recibido un aviso de un comerciante de nombre Carmelo Barone, del barrio palermitano de Brancaccio, sobre la necesidad de probar en el Milan a Gaetano D’Agostino, de entonces 10 años, como pago de unos favores.

En diciembre de 2003, Giuseppe d’Agostino, padre de Gaetano, habla con los hermanos Graviano, dos “boss” mafiosos prófugos de la Justicia que escondía en su casa. Es decir, ante los ojos de su hijo. Como moneda de cambio sólo pide una prueba para su hijo en el Milan, según explicó en el aula judicial el fiscal general.

En el 1994, los Graviano activan la maquinaria y hablan con su enlace Dell’Utri. Berlusconi es el puente de la política, pero también del fútbol. Bajo testimonio, Francesco Zagatti, uno de los responsables de la cantera rossonera, reconoció que el senador fue quien les dijo que había que ver a ese chaval siciliano que marcaba goles como uvas en las categorías inferiores del Palermo.

En enero, el crío D’Agostino se enfunda las botas en Milanello y, amenazas mafiosas aparte, encandila a los preparadores del club lombardo. Ese mismo día, la policía detiene en Milán, donde habían acompañado al pequeño, a su padre Giuseppe y a los dos hermanos Graviano. Lo que ahuyenta a los dirigentes milanistas que deciden correr un tupido velo y no fichar a D’Agostino, quizás para no relacionar de forma más directa a Dell’Utri con los arrestados.

Destino final: Fiorentina

D’Agostino pasó por la Roma, triunfó en el septentrional Udinese, lejos de las tierras de Cosa Nostra, y fue hasta internacional. Ironías del destino, el Milan estuvo a punto de ficharlo el pasado verano por unos cuantos millones de euros, aunque al final se lo llevó la Fiorentina.

La cuestión ya saltó a los medios hace un año, aunque quizá no con tanto detalle. La novedad es que se acaban de conocer los detalles de la sentencia. En su argumentación, el juez culpa a Dell’Utri de complicidad con la mafia, pero lo absuelve de los delitos más graves (un pacto electoral entre Berlusconi y los jefes mafiosos y la complcidad en los atentados del 92 contra Falcone y Borsellino) pero también de haber intentado enchufar a Gaetano D’Agostino. A pesar de la confirmación de los responsables de la cantera, de la agenda de Dell’Utri y del resto de pruebas.

Silvio Berlusconi ha sido objeto de investigación en 21 procesos judiciales. Tres veces se salvó por prescripción del delito. Dos por amnistías gubernamentales. Siete veces fue absuelto. Siete procesos más fueron archivados. Quedan tres en curso, uno de los cuales (el caso Mills, el más grave) ha intentado anular con dos leyes ad personam en la presente legislatura. Nunca ha sido condenado por una sentencia firme.

Lógicamente, no hay duda de que a Gaetano d’Agostino la mafia nunca intentó ‘enchufarlo’ en el Milan a través de Dell’Utri. Lo dice la Justicia. No seais malpensados.

martes, 23 de noviembre de 2010

Córcega, fútbol a ritmo de kalashnikov

Por Rocheteau
Estamos todos de acuerdo en la profunda trascendencia de 22 tipos disputándose un balón a patadas. Me pregunto entonces qué es el fútbol salpimentado con ráfagas de kalashnikov por el control del tráfico de drogas (¿y del fútbol?) en el sur de Córcega. Un lugar donde el tiki-taka no es un estilo de juego, sino el sonido del percutor.

El AC Ajaccio es un club ascensor de la Ligue 1 francesa, que lleva cuatro años ya encallado en la Segunda y no paladea el éxito desde que partiese Sebastián Squillacci, a principios de la década. “Un populu, una cità, una squadra”, reza su lema. El Athlétic Club Ajaccio, a pesar de su anglófona denominación, trasuda nacionalismo corso y su presidente, desde julio de 2008, es un tal Alain Orsoni. Algo así como si Arnaldo Otegi presidiese dentro de unos añitos la Real Sociedad (ambos, por cierto, tienen en sus currículos sendas condenas por apología del terrorismo).

Orsoni se dio a conocer en 1975 en la acción contestatario-terrorista fundadora del movimiento indepentista corso, en la que murieron dos gendarmes. Fue arrestado años más tarde por ametrallar la embajada de Irán, como miembro del Frente de Liberación Nacional Corso (FLNC). Y ésos son sólo algunos de sus méritos como gudari mediterráneo.

Es cierto que el independentismo corso siempre ha estado teñido con ribetes de mafia pseudo-marsellesa más que de movimiento con reivindicaciones políticas, al estilo de ETA o el IRA. Escisiones, guerras internas por el control de los tráficos de armas y drogas, peleas clandestinas… de las que Orsoni, más cuco que otros convencidos compadres, se salió a mediados de los 80 para dedicarse a la política y a sus florencientes negocios. A su hermano no le dio tiempo. Militante del FLNC, lo asesinaron en el 83. Su hijo lleva 14 meses en la clandestinidad y la policía lo considera sospechoso de asesinato. Pero Alain Orsoni no hay partido que no disfrute en el palco del Stade François Coty, que los nacionalistas prefieren llamar Timozzolo.

De ex terrorista a presidente del Ajaccio

Si este grupo de ex terroristas y hampones se hubiese dedicado al transporte de flores o la venta de piscinas prefabricadas, este artículo no tendría razón de ser. Hete aquí que Orsoni y sus amigos, entre ellos Antoine Nivaggioni, montaron, ¡oh, sorpresa!, una empresa de servicios de seguridad. Tenían callo.

Ni qué decir que les llovieron clientes solícitos y entusiastas sin cartas de extorsión ni otros gastos de franqueo postal. La gente entendió a la primera que era mejor que pagar el impuesto revolucionario, además de forma legal y hasta te ponían un ‘segurata’ en la puerta.

El dinero llama al dinero, y el dinero al cuadrado, al mal gusto y al fútbol. Este viejo adagio marbellí se cumplió al dedillo con Orsoni y Nivaggioni, notos futboleros, notos ex terroristas y, después, notos presidente y directivo del AJ Ajaccio, respectivamente.

El 22 de octubre pasado, jugadores del AC Ajaccio, con sus banderas bretonas blanquinegras en ristre y una foto gigante en el centro del terreno de juego, rindieron homenaje a Nivaggioni. ¿Por qué? El 18 de octubre, dos encapuchados que saltaron de una camioneta lo machacaron a ráfagas de metralleta, mientras un tercero lo remataba surgiendo de un portaequipajes instalado en el techo del vehículo. A la corsa.

Mediocentro sin clase pero con gatillo

Nivaggioni, otro balarrasa, se fugó en 2007, la víspera del día en que la Policía había decidido detenerle. Catorce meses vivió escondido de la Justicia. En enero de 2009 fue detenido y en septiembre puesto en libertad por un error de procedimiento.

¿Qué tiene que ver todo esto con el fútbol? Aparentemente nada, pero…

El 18 de octubre, la policía francesa detuvo a tres hombres como cómplices del asesinato. Entre ellos Christophe Ettori. Uno de esos tipos con capacidad para ser futbolista. Y sin talento para ser un futbolista. Eso que en las divisiones inferiores se llama mediocentro pero resulta ser todo lo contrario a Xabi Alonso. Con la edad, seguía sin talento, pero además sin velocidad. Y se reconvirtió en defensa central.

Ettori dividió su carrera entre la segunda y la tercera, jugó en Toulon, Toulouse y Créteil y llegó a probar en el AEK Larnaca chipriota. En 2007 recaló en el Gazélec Ajaccio, club de regional donde este año comenzaba como director técnico. El Gazelec es el rival emotivo en Ajaccio del AC (fueron fundados ambos en 1910), aunque a años luz en nivel deportivo. Ettori no podía ni ver a Nivaggioni, de un clan rival, en lo nacionalista, y en lo futbolístico. Ahora ve los partidos del Ajaccio en la televisión de su celda.

¿Qué tiene esto que ver con el fútbol? Seguramente nada, pero es mucho más interesante que 22 tipos disputándose un balón a patadas.