Roman Abramovich ha aprendido a gastar algo mejor sus rublos. Ya no sólo le regala obras de arte multimillonarias a su novia hortera y adquiere delanteros inservibles como Shevchenko; ahora acaba de plantar una estatua de dos metros de Jozef Stalin en pleno St- Martins Lane.
La cosa tiene truco. Abramovich ha esponsorizado a la famosa compañía de teatro rusa Sovremennik para llevar a Londres seis representaciones de Dentro del torbellino. La obra cuenta en primera persona la estancia en un gulag de la escritora Eugenia Ginzburg, a la que se acusó de trotskista.
Cuando se supo que Abramovich iba a patrocinar una obra llamada Dentro del torbellino, la gente pensó de inmediato en un sainete contando la explosión del Chelsea de Ancelotti, que tiene el mismo balance fuera de casa que el Newcastle y tiene que ponerse la mano en la frente a modo de visera para atisbar al ManU a diez puntos de distancia. Pero no, se trataba de Stalin…
En FNF caben la cultura, la dramaturgia y mucho más, pero tampoco es cuestión de pasarse. Así que ahora que al rico más rico del fútbol mundial le ha dado por ilustrar a las masas, le proponemos una serie de magnas obras con las que explicar a las masas más ilustradas la cosa futbolera.
EL MISÁNTROPO: Abramovich lo tiene fácil para encarnar la figura de Alceste. Basta vestir con sus ropajes de la época de Luis XIV a José Mourinho. No sólo por su desprecio a la especie humana (en concreto si son entrenadores de fútbol), sino por su convicción de tener que decir la verdad siempre, a todo el mundo y en cualquier contexto. La educación para él es hipocresía. Vamos, que a Molière le faltó poner a Alceste a entrenar al Madrid, haciendo signos con tres dedos en Milán, corriendo entre aspersores del Camp Nou y largándose de una rueda de prensa. El resto, lo clavó [y así ya nadie volverá a gritarle "Mourinho, vete al teatro, Mourinho vete al teatro..."]
EL ENFERMO IMAGINARIO: Molière lo llamó Argan, pero quiso decir Prosinecki. La versión de Abramovich sebería ser actualizada, y convertir a Kaká en su hipocondriaco protagonista, aquejado de todos los males posibles e imaginables. Y con razón. Porque en el estreno del libreto, Molière hacía él mismo de Argan. Gravemente enfermo, intentaba ocultar su estado, pero en la cuarta representación se desmayó, cayó el telón y Molière, al poco, falleció. Iba de amarillo. Como Kaká. Que murió como jugador en el Mundial 2010. Descanse en paz.
MUERTE ACCIDENTAL DE UN ANARQUISTA. No será el anarquista Giuseppe Pinelli el protagonista de esta obra cómico-política de Dario Fo, sino José María Gutiérrez Hernández, Guti. Que tampoco caerá “accidentalmente” de una ventana en comisaría, sino que morirá seguro en un partido en Turquía, cuando un hincha lance una bengala, que golpeará en la esquina del marcador, y se colará entre varios defensores, siguiendo una trayectoria única, como un mágico, algebraico y medido pase del 14, hasta clavársele en medio de un tatuaje maorí, cual joven Werther versión playa de Ibiza.
ESTO ES ASÍ Y NO ME JODÁIS. Vaya por adelantado. Rodrigo García me parece un fantoche. El enfant terrible del caca-culo-pedo-pis ‘asustaburgueses’ sólo sabe poner carne humana, sexo, heces y animales torturados para justificar una fama exagerada, pero ahora imaginad a Ricardo Carvalho y John Terry en un paraje desolado, tipo “La Carretera” de Cormac McCarthy. Los dos comiendo vísceras con sus manos. Aniquilando las últimas formas de vida humana. Despojándoles de dignidad y tibias, poco importa el orden. Sí… sí, os gusta, reconocedlo…
HISTORIA DE UNA ESCALERA: Un vodevil sobre los muchos equipos que viven embutidos en una escalera, que si Primera, que si Segunda. Igual que en la vecindad de la obra de Buero-Vallejo, los Levante, Numancia, Valladolid, Murcia viven siempre con el bolsillo apretado y haciendo de la necesidad, virtud. Esa clase obrera del fútbol con poca esperanza de progreso condenada a vivir subiendo y bajando por la escalera.
ESCUADRA HACIA LA MUERTE. Los personajes de esta adaptación de la obra de Alfonso Sastre irán todos vestidos de rojo, hablarán con acento de Liverpool y la acción comenzará justo cuando Rafa Benítez abandona el banquillo en Anfield. Al final el cabo y los cinco soldados acaban matándose entre ellos.
LA CASA DE BERNARDA ALBA. Ha sido recordar la obra de García Lorca y pensar en Lotina, Lendoiro y el Depor. Que algunos jugadores salen de la casa, sí, pero son todos austeros, grises y recatados como los que vendrán. La disciplina de refajo, la moral de antaño, ese gesto del siglo XIX, la frente de fraile, los 60 años resecados, la mala hostia por arrobas, ya no son cosa de Bernarda Alba, sino de Lotina, espíritu rector de ese convento futbolístico. Que vistan de negro o blanquiazul es lo de menos.
AQUÍ NO PAGA NADIE. Obrita magnífica de Dario Fo sobre las vicisitudes del Hércules, interpretada por Drenthe. Es más, diantre, hagamos un musical rap, que eso se vende bien en los teatros londinenses. Además de las lacrimógenas historias de los jugadores que tuvieron que empeñar su Ferrari, como Trezeguet, para comprarle otro a sus hijos, se puede hacer una segunda trama versión El Padrino con Enrique Ortiz, consejero delegado del Hércules e implicado en la operación Brugal de sobornos a políticos.
De Bollywood sé poco, pero el que controle, que encuentre la que mejor le vaya al Rácing de Santander
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