Por Sopenilla
Ryan Giggs renueva con 38 años. Beckham coquetea con les Champs-Élysées mientras luce palmito en Sunset Boulevard. A su lado, la carrera de Phil Mulryne es un camino inescrutable. De calzar botas de tacos a usar alzacuellos. Norirlandés, ex red devil, aficionado a las pintas durante las concentraciones y con una modelo bajo el brazo antes de ingresar en el seminario. Aunque sea tarde, George Best ya tiene quien le redima.
El crédito de Alex Ferguson se agota. Alguno dirá que son los años, los rumores insistentes sobre su relevo, la nueva competencia del vecino rico... O, algo peor, como esa extraña alianza de tories y whigs al frente de Downing Street. Para un laborista de cuna, esta imagen debe de resultar particularmente hiriente. Nada comparable con que uno de tus cachorros red se pervierta. La última afrenta no es que Victoria haya hecho de los ‘fergie boys’ unos metrosexuales, sino que la Iglesia también haya interferido en ese vestuario.
Phil Mulryne siempre fue uno de esos que no sale en las fotos. En la instantánea que retrató a la generación ‘Goldtrafford’ junto con ‘King’ Eric y Roy Keane, no había sitio para él. Pese a ser cómplice de la FA Youth Cup del 95, carecía del exotismo de Giggs, de un gemelo apellidado Neville, del pelazo de Beckham... Por no tener, no tenía siquiera los tonos 100% british de Paul Scholes o Nicky Butt. En un marco como el anterior, estaba claro que él rompía el cuadro.
A medio plazo, la ausencia en esa estampa no tardaría en revelarse premonitoria. Captado por sir Alex de su Belfast natal, Mulryne se topó en sus compañeros de promoción con el negativo de sus aspiraciones. Llegaría a debutar con el primer equipo, compartiendo alineación con Karel Poborsky, pero en partidos a menudo intrascendentes. Esos que marcan tu futuro con independencia del resultado. Abocado al rol de figurante en la League Cup, convino con Ferguson en buscar acomodo fuera de su regazo. Lo encontraría en Norwich en febrero de 1999 a cambio de 500.000 libras.
Mediocentro talentoso, Mulryne haría de los canaries el club que hoy deambula por la Premier League. De las cinco temporadas y media que vistió su camiseta, aún destaca el ascenso directo logrado en 2004, precedente inmediato del vivido hace nueve meses. El primer puesto alcanzado entonces, con ocho puntos de ventaja sobre el West Bromwich Albion, le consagró como una de las referencias del equipo.
Ese protagonismo, en otro tiempo negado, le abrió las puertas de la selección norirlandesa. Y, con la internacionalidad (27 en total), el minuto de gloria de su carrera por el que se le recuerda en youtube. El del cabezazo en Copenhague que igualaba un encuentro de clasificación para el mundial de Corea.
Una misa por George Best
Al margen de este ‘highlight’, a la altura del hat-trick de David Healy ante la España de Luis, su paso por la selección no dio más de sí dentro del campo. Fuera de los terrenos de juego, aún tendría minutos para reivindicar un puesto en el once. Como en aquella ocasión en la que se le ocurrió pirarse de noche del hotel para echarse unas pintas con unos amigos. Una escapada puntual saldada con la expulsión inmediata de la concentración.
Prescindiendo de esta idea feliz, lo cierto es que la vida de Mulryne por aquel entonces no tenía realmente nada de especial. Hasta salía con una novia modelo, Nicola Chapman, que había saltado a la fama por su participación en un reality para esposas (y/o parejas) de futbolistas.
Lo curioso es que una temprana retirada a los 34 años, fruto de las lesiones, haya dado con sus huesos en Roma. Con el peso en su conciencia de haber llevado una vida de pelotero, Mulryne empezó a desarrollar tareas asistenciales tras colgar las botas. Fue entonces cuando el obispo de Down and Connor, Noel Treanor, se planteó su posible fichaje para la diócesis. ¿Un futbolista norirlandés sacerdote católico? Demasiado tentador como para resistir. El propio prelado le sugirió la vocación... y el interpelado ya está en vías de ordenarse.
De no ser por el testimonio de Paul McVeigh, integrante del Norwich en los días de Mulryne, la llamada divina tendría visos de calentura. Pero, según confesaba el primero en su blog a la vuelta de un viaje a la ciudad eterna para visitar al ahora seminarista, una vocación fingida no estaría dispuesta a afrontar los dos años de filosofía y cuatro de teología exigidos para vestir sotana. Puede que sea tarde, pero la sola intención de ofrecer la primera misa por George Best es capaz de aplacar la espera.
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viernes, 17 de febrero de 2012
Un ‘fergie boy’ en el seminario
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jueves, 1 de diciembre de 2011
El Spiderman de Saint Etienne se resiste a jubilarse
Por Halftown
Además de por la deportación masiva de rumanos y por sus arrumacos con Angela Merkel, si por algo será recordado el gobierno Sarkozy en Francia es por el aumento de la edad de jubilación, que pasa de 60 a 62 años. A Jérémie Janot todavía le queda mucho tiempo para alcanzar esa edad, pero se acerca a su equivalente futbolístico.
Jérémie Janot, un portero de esos capaces de sacar una mano mágica para acto seguido hacer una pifia épica, llegó en 1993 al Saint Etienne. Por ponerlo en perspectiva, lleva en el club desde que el PSG se ventiló al Madrid en la UEFA o que nació el athleticzale Jonas Ramalho.
Un tipo que apenas levanta 176 centímetros del suelo no podía tener una carrera fácil como portero. De hecho, Janot se pasó sus primeras temporadas en viendo los toros desde la barrera. No fue hasta 2002, con el equipo en segunda y 25 años cumplidos, que consiguió hacerse con un hueco de titular en el once del Sainté.
Desde el retorno del club a la Ligue 1, Janot atrajo la atención de la Francia futbolera más que por sus paradas, por sus excentricidades: en 2004 se hizo un tribal en la parte de atrás de su cabeza rapada que, cuentan, significa « fuerza y determinación ». El diseño del tatuaje se lo copió a su gran ídolo, el brasileno Wanderlei Silva, luchador de Free Fight (una mezcla de artes marciales y boxeo en la que se reparten hostias como panes) cariñosamente apodado « El Asesino del Hacha ».
Portero, populista y politico
Internacionalmente, sin embargo, Janot es conocido por su disfraz de Spiderman con el que apareció a jugar un partido la temporada 2004-2005, mascara en la foto pre-partido incluida. En medio del show, a Janot le dio tiempo a establecer un nuevo récord de imbatibilidad como local en la Ligue 1, al pasarse 1534 minutos sin encajar un gol en el estadio Geoffroy-Guichard. Incluso llegó a sonar para la portería de la selección francesa, como sustituto natural de otro payaso bajo palos como Sebastien Barthez.
La afición del Saint Etienne, aburrida de coleccionar temporadas grises desde los años en que Rocheteau y Platini vestían de verde, disfruta con la personalidad de Janot. Y él aviva el fuego a base de demagogia populista a cada derbi contra el Olympique de Lyon.
Quizá también sea por populismo –desde principios de noviembre se esta construyendo una segunda mezquita en la ciudad- que Janot lleva un tiempo flirteando con la idea de hacer un ribéry y convertirse al islam.
Esta temporada, con el fichaje del ex del descendido Monaco Ruffier, Janot ha dejado de jugar. Asumido su nuevo papel secundario pero con mono de partidos, el portero ha buscado uno político apoyando al candidato del centrista MoDem, François Bayrou. Paradójica elección: Bayrou votó en contra de retrasar la edad de jubilación de los franceses. Tweet
Además de por la deportación masiva de rumanos y por sus arrumacos con Angela Merkel, si por algo será recordado el gobierno Sarkozy en Francia es por el aumento de la edad de jubilación, que pasa de 60 a 62 años. A Jérémie Janot todavía le queda mucho tiempo para alcanzar esa edad, pero se acerca a su equivalente futbolístico.
Jérémie Janot, un portero de esos capaces de sacar una mano mágica para acto seguido hacer una pifia épica, llegó en 1993 al Saint Etienne. Por ponerlo en perspectiva, lleva en el club desde que el PSG se ventiló al Madrid en la UEFA o que nació el athleticzale Jonas Ramalho.
Un tipo que apenas levanta 176 centímetros del suelo no podía tener una carrera fácil como portero. De hecho, Janot se pasó sus primeras temporadas en viendo los toros desde la barrera. No fue hasta 2002, con el equipo en segunda y 25 años cumplidos, que consiguió hacerse con un hueco de titular en el once del Sainté.
Desde el retorno del club a la Ligue 1, Janot atrajo la atención de la Francia futbolera más que por sus paradas, por sus excentricidades: en 2004 se hizo un tribal en la parte de atrás de su cabeza rapada que, cuentan, significa « fuerza y determinación ». El diseño del tatuaje se lo copió a su gran ídolo, el brasileno Wanderlei Silva, luchador de Free Fight (una mezcla de artes marciales y boxeo en la que se reparten hostias como panes) cariñosamente apodado « El Asesino del Hacha ».
Portero, populista y politico
Internacionalmente, sin embargo, Janot es conocido por su disfraz de Spiderman con el que apareció a jugar un partido la temporada 2004-2005, mascara en la foto pre-partido incluida. En medio del show, a Janot le dio tiempo a establecer un nuevo récord de imbatibilidad como local en la Ligue 1, al pasarse 1534 minutos sin encajar un gol en el estadio Geoffroy-Guichard. Incluso llegó a sonar para la portería de la selección francesa, como sustituto natural de otro payaso bajo palos como Sebastien Barthez.
La afición del Saint Etienne, aburrida de coleccionar temporadas grises desde los años en que Rocheteau y Platini vestían de verde, disfruta con la personalidad de Janot. Y él aviva el fuego a base de demagogia populista a cada derbi contra el Olympique de Lyon.
Quizá también sea por populismo –desde principios de noviembre se esta construyendo una segunda mezquita en la ciudad- que Janot lleva un tiempo flirteando con la idea de hacer un ribéry y convertirse al islam.
Esta temporada, con el fichaje del ex del descendido Monaco Ruffier, Janot ha dejado de jugar. Asumido su nuevo papel secundario pero con mono de partidos, el portero ha buscado uno político apoyando al candidato del centrista MoDem, François Bayrou. Paradójica elección: Bayrou votó en contra de retrasar la edad de jubilación de los franceses. Tweet
martes, 28 de junio de 2011
La ‘noche triste’ de Puebla
Por Sopenilla
Junio de 1986. La ola recorría el estadio Azteca; la ‘furia española’, las calles de todo México. Tras formarse en Querétaro, Puebla aguardaba a que rompiera más allá de semifinales. La leyenda negra lo evitó, pero lo peor vino con la resaca. Una selección que vestía de rojo y se reconocía de derechas, ni pudo votar en las generales ni consiguió llevarse por delante al PSOE.
A la altura de 1986, la transición democrática era un hecho consumado en España. Cuatro años antes, y tras casi cuarenta entre el exilio y la clandestinidad, el socialismo había regresado al gobierno. 10 millones de votos, y la connivencia cainita de la UCD, tuvieron la culpa. La alternancia se había completado sin sobresaltos, para mayor crédito de la clase política. Sin esa confianza, por otro lado, difícilmente se habría entendido que la celebración de las siguientes elecciones generales coincidiera con una cita mundialista. Pero tampoco es cuestión de ponerse estupendos. Franco, que en esto de utilizar el deporte hilaba fino, solía ser fiel a la costumbre de programar un partido de máxima audiencia cada 1 de mayo.
Con este precedente, no cabía esperar que la llegada de un nuevo régimen inspirara un cambio de actitud. Desde luego el PSOE –Alfonso Guerra, al menos– no estaba por la labor y, en poco tiempo, dio muestras con la campaña del referéndum de la OTAN de cómo driblar a la opinión pública. Así que, respaldado por la histórica victoria de 1982, e inmune aún al desgaste que le sobrevendría una década después, es probable que el ejecutivo no viera objeciones en convocar a los españoles a las urnas en mitad de un acontecimiento como la Copa del Mundo.
El único inconveniente, pensaría el ministro más agorero, sólo podía provenir de la propia selección. Por aquel entonces, el combinado nacional acogía a promesas como Michel o Zubi bajo el liderazgo intocable de una vieja guardia que tenía en Camacho a su caudillo ejemplar. Nada de juegos (de palabras) con el color de la camiseta ni de exquisiteces sobre el campo más identificativas de la gauche divine que de la casta y el orgullo patrios. Si, en último término, la flor de Muñoz deparaba algún hito histórico, siempre quedaría el recurso de subirse al carro (o de tirar del mismo).
Algo así debió pensar Enric Sopena, o alguno de sus superiores, al ver cómo la ‘furia’ aplastaba en octavos a la Dinamarca del mejor Laudrup. La euforia por el resultado (5-1) no tardó en volverse catarsis. Querétaro parecía resarcirse de su emancipación colonial, al tiempo que la metrópolis aupaba al Buitre hasta La Moncloa. Moraleja: antes de que el cántico mutase en arenga, los resúmenes de TVE ya estaban rebautizando al 7 blanco con las siglas del partido en el poder.
Casualidad o no, los menos suspicaces tienden a pensar que fue un mero lapsus humano. Quizá porque entre los expedicionarios se cuenta que el partido empezó a ganarse la noche anterior, y no en el momento en que Olsen marcó de penalti. El avión que transportaba a la selección se retrasó y tocó improvisar alojamiento. Resultó que el elegido imponía dormir rodeado de cucarachas, de tal suerte que no quedó más remedio que hacer mudanza. Pasada la medianoche, los nuestros atravesaban el hall del hotel donde descansaban los daneses al grito de “¡os vamos a ganar”! Sobra decir quién se encargó de lanzar el mensaje.
“La selección no pudo votar por no ser socialista”
Una vez en cuartos, la maquinaria gubernamental puso algo más de empeño en no dejar cabos sueltos. Más que nada, porque el calendario había dispuesto que el cruce con los ‘diablos rojos’ de Guy Thys se disputara el mismo día fijado para los comicios. En juego estaban no sólo las primeras semifinales, sino la segunda mayoría absoluta. Entre una cosa y otra, a Miguel Muñoz se le escapó una indiscreción extradeportiva horas antes del pitido inicial: “A Tlaxcala vino un señor con papeles y luego resultó que no valían, y nos hemos quedado sin votar”.
Las declaraciones del seleccionador aludían a la visita de un funcionario del Ministerio del Interior. Según la leyenda urbana, éste se había presentado en la concentración con el objetivo de facilitar el voto por correo a los jugadores. No constaba que ninguno hubiese salido del ropero socialista. Daba igual. Alguien desde Ferraz supuso que el vestuario cobijaba un puñado de correligionarios. En realidad, sucedía más bien lo contrario. La opción predominante simpatizaba con Coalición Popular. En cuanto el funcionario se percató de que su embajada estaba destinada al fracaso, emprendió la media vuelta sin alegar explicación alguna. Para el enviado especial de ABC no había duda: “La selección no pudo votar por no ser socialista”, como rezaba el titular de su previa.
La otra leyenda, la de color negro que históricamente había acompañado a los españoles en sus incursiones por tierras americanas, se impondría más tarde sobre el terreno de juego. Del mal de Moctezuma a la hierba alta, de los fatídicos 11 metros a la figura de Pfaff. Cuando Eloy regresó al círculo central, nadie le consoló abrazándole. Entonces no se llevaba esa cursilería de aguardar el veredicto de los penalties en comunión fraterna de brazos entrelazados. Para gente como Goiko, Reñones o Maceda, la motivación era algo más simple. “Tranquilo joder, que tienen que tirar cuatro y alguno fallarán". Pero ningún belga lo hizo.
El sueño de las semifinales se desvaneció; la pesadilla de otro cuatrienio socialista siguió su curso. Cinco siglos antes, Cortés había abandonado México entre lágrimas. Esa noche del 22 de junio, hace ahora 25 años, fue la furia “azul” la que se amansó entre sollozos. Tweet
Junio de 1986. La ola recorría el estadio Azteca; la ‘furia española’, las calles de todo México. Tras formarse en Querétaro, Puebla aguardaba a que rompiera más allá de semifinales. La leyenda negra lo evitó, pero lo peor vino con la resaca. Una selección que vestía de rojo y se reconocía de derechas, ni pudo votar en las generales ni consiguió llevarse por delante al PSOE.
A la altura de 1986, la transición democrática era un hecho consumado en España. Cuatro años antes, y tras casi cuarenta entre el exilio y la clandestinidad, el socialismo había regresado al gobierno. 10 millones de votos, y la connivencia cainita de la UCD, tuvieron la culpa. La alternancia se había completado sin sobresaltos, para mayor crédito de la clase política. Sin esa confianza, por otro lado, difícilmente se habría entendido que la celebración de las siguientes elecciones generales coincidiera con una cita mundialista. Pero tampoco es cuestión de ponerse estupendos. Franco, que en esto de utilizar el deporte hilaba fino, solía ser fiel a la costumbre de programar un partido de máxima audiencia cada 1 de mayo.
Con este precedente, no cabía esperar que la llegada de un nuevo régimen inspirara un cambio de actitud. Desde luego el PSOE –Alfonso Guerra, al menos– no estaba por la labor y, en poco tiempo, dio muestras con la campaña del referéndum de la OTAN de cómo driblar a la opinión pública. Así que, respaldado por la histórica victoria de 1982, e inmune aún al desgaste que le sobrevendría una década después, es probable que el ejecutivo no viera objeciones en convocar a los españoles a las urnas en mitad de un acontecimiento como la Copa del Mundo.
El único inconveniente, pensaría el ministro más agorero, sólo podía provenir de la propia selección. Por aquel entonces, el combinado nacional acogía a promesas como Michel o Zubi bajo el liderazgo intocable de una vieja guardia que tenía en Camacho a su caudillo ejemplar. Nada de juegos (de palabras) con el color de la camiseta ni de exquisiteces sobre el campo más identificativas de la gauche divine que de la casta y el orgullo patrios. Si, en último término, la flor de Muñoz deparaba algún hito histórico, siempre quedaría el recurso de subirse al carro (o de tirar del mismo).
Algo así debió pensar Enric Sopena, o alguno de sus superiores, al ver cómo la ‘furia’ aplastaba en octavos a la Dinamarca del mejor Laudrup. La euforia por el resultado (5-1) no tardó en volverse catarsis. Querétaro parecía resarcirse de su emancipación colonial, al tiempo que la metrópolis aupaba al Buitre hasta La Moncloa. Moraleja: antes de que el cántico mutase en arenga, los resúmenes de TVE ya estaban rebautizando al 7 blanco con las siglas del partido en el poder.
Casualidad o no, los menos suspicaces tienden a pensar que fue un mero lapsus humano. Quizá porque entre los expedicionarios se cuenta que el partido empezó a ganarse la noche anterior, y no en el momento en que Olsen marcó de penalti. El avión que transportaba a la selección se retrasó y tocó improvisar alojamiento. Resultó que el elegido imponía dormir rodeado de cucarachas, de tal suerte que no quedó más remedio que hacer mudanza. Pasada la medianoche, los nuestros atravesaban el hall del hotel donde descansaban los daneses al grito de “¡os vamos a ganar”! Sobra decir quién se encargó de lanzar el mensaje.
“La selección no pudo votar por no ser socialista”
Una vez en cuartos, la maquinaria gubernamental puso algo más de empeño en no dejar cabos sueltos. Más que nada, porque el calendario había dispuesto que el cruce con los ‘diablos rojos’ de Guy Thys se disputara el mismo día fijado para los comicios. En juego estaban no sólo las primeras semifinales, sino la segunda mayoría absoluta. Entre una cosa y otra, a Miguel Muñoz se le escapó una indiscreción extradeportiva horas antes del pitido inicial: “A Tlaxcala vino un señor con papeles y luego resultó que no valían, y nos hemos quedado sin votar”.
Las declaraciones del seleccionador aludían a la visita de un funcionario del Ministerio del Interior. Según la leyenda urbana, éste se había presentado en la concentración con el objetivo de facilitar el voto por correo a los jugadores. No constaba que ninguno hubiese salido del ropero socialista. Daba igual. Alguien desde Ferraz supuso que el vestuario cobijaba un puñado de correligionarios. En realidad, sucedía más bien lo contrario. La opción predominante simpatizaba con Coalición Popular. En cuanto el funcionario se percató de que su embajada estaba destinada al fracaso, emprendió la media vuelta sin alegar explicación alguna. Para el enviado especial de ABC no había duda: “La selección no pudo votar por no ser socialista”, como rezaba el titular de su previa.
La otra leyenda, la de color negro que históricamente había acompañado a los españoles en sus incursiones por tierras americanas, se impondría más tarde sobre el terreno de juego. Del mal de Moctezuma a la hierba alta, de los fatídicos 11 metros a la figura de Pfaff. Cuando Eloy regresó al círculo central, nadie le consoló abrazándole. Entonces no se llevaba esa cursilería de aguardar el veredicto de los penalties en comunión fraterna de brazos entrelazados. Para gente como Goiko, Reñones o Maceda, la motivación era algo más simple. “Tranquilo joder, que tienen que tirar cuatro y alguno fallarán". Pero ningún belga lo hizo.
El sueño de las semifinales se desvaneció; la pesadilla de otro cuatrienio socialista siguió su curso. Cinco siglos antes, Cortés había abandonado México entre lágrimas. Esa noche del 22 de junio, hace ahora 25 años, fue la furia “azul” la que se amansó entre sollozos. Tweet
martes, 10 de mayo de 2011
¿Racismo en Francia? Humo politícamente correcto
Por Rocheteau
Recuerdo una noche tomando algo con un amigo nacido en Benín. Se me ocurrió decir algo sobre la “gente de color”. Charbel me respondió diciendo: “¿De color? ¿De qué color? ¿Conoces a tipos verdes? ¿Tengo tonalidades de azul? Joder, soy N-E-G-R-O. Tú blanco. No hay problema”. La gilipollez políticamente correcta se me pasó lo que tardó el sentido común en darme la bofetada.
Y la verdad es que en Francia buena parte de los líderes de opinión (medios, autoridades, ministros, ex jugadores convertidos en buenistas oficiales) necesitan una somanta de h… de lucidez tras lo ocurrido con el caso de las supuestas cuotas racistas en la Federación Francesa de Fútbol y el seleccionador Laurent Blanc.
Escribo esto cuando no todavía no ha hablado la ministra de Deportes y antes de saber la decisión que tomará, el jueves, el Consejo Federal de la Federación Francesa (FFF). Toda esta batahola de supuesto racismo no es más que la élite biempensante parisiense gritando “¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!”. Una americanización de la sociedad francesa. Y yo me pregunto si hasta cierto complejo de culpabilidad no asumido con el tema de las minorías raciales.
Los hechos se conocen y no los repetiremos. Sólo una supuesta frase atribuida a Laurent Blanc en la famosa reunión donde los responsables federativos habrían diseñado un sistema para reducir el número de negros y árabes en las categorías inferiores: “Los españoles me han dicho: nosotros no tenemos ese problema. Nosotros no tenemos negros”.
Ahora recuerdo otra charla privada, en este caso con Laurent Blanc, hace pocos meses, justo antes del verano pasado, cuando todavía no era entrenador de la selección. “Qué envidia me da la formación en España. Tenemos mucho que aprender de vosotros. Habéis triunfado con dos criterios: técnica y mentalidad, inteligencia de juego. Nosotros seguimos insistiendo en un fútbol antiguo: físico y táctica”.
Thuram y Vieira, 'los justicieros'
¿Escondía el tranquilo Laurent, tras su hablar pausado, su gesto de sempiterno somnoliento y sus gafas de diseño, un racista acovachado? Esta mañana decidí preguntarle a un famoso presentador de deportes de la tv francesa que también lo conoce. Su respuesta: “Lo que ha habido es una tormenta mediática. Se han embalado todos, tras la bandera de lo políticamente correcto, azuzados por algunas declaraciones públicas como las de Thuram y Vieira, y ahora Francia se empieza a dar cuenta de que no había tal racismo y de que todo se ha sacado de contexto”.
Exactamente esa descontextualización es la conclusión a la que llega la comisión de investigación parlamentaria, por lo que ni habrá sanciones, ni denuncia penal, ni nada. Una tormenta de arena. Todo quedará en una frase fuera de sitio de un dirigente de la Federación, François Blacquart, en una reunión privada. Nunca se llegó a plantear nada parecido a una cuota de blancos ni nada semejante. El problema es otro, dice el periodista televisivo francés: “¿Hablar de criterios físicos es hablar de criterios racistas?”. O bien, si los seis centrales con los que jugaba Clemente fuesen españoles negros, y alguien hubiese pedido sustituirles por nuestros actuales blancos bajitos y técnicos, ¿alguien habría gritado racismo?
El gran problema para la FFF es que la selección de Argelia, por ejemplo, se presentó al Mundial con 23 jugadores. De ellos, 18 nacidos en Francia. Moussa Sow, pichichi de la Ligue 1 con el Lille, nació en la periferia de París. Ganó el Europeo sub-19 con la selección de Francia. Pegó un bajón en su juego, Senegal lo llamó y decidió cambiar de equipo nacional. Ahora explota y Francia, que lo ha formado, no puede llamarlo para los bleus.
Para hacerse una idea del problema, el 50% de los jugadores de las categorías inferiores de la selección francesa están en esta situación y podrían terminar en otra selección. ¿Justo o injusto? Un debate lícito y con muchos matices (Puskas, por ejemplo, jugó con Hungría… antes de hacerlo con España)… pero seguro que no es un debate racista. Tweet
Recuerdo una noche tomando algo con un amigo nacido en Benín. Se me ocurrió decir algo sobre la “gente de color”. Charbel me respondió diciendo: “¿De color? ¿De qué color? ¿Conoces a tipos verdes? ¿Tengo tonalidades de azul? Joder, soy N-E-G-R-O. Tú blanco. No hay problema”. La gilipollez políticamente correcta se me pasó lo que tardó el sentido común en darme la bofetada.
Y la verdad es que en Francia buena parte de los líderes de opinión (medios, autoridades, ministros, ex jugadores convertidos en buenistas oficiales) necesitan una somanta de h… de lucidez tras lo ocurrido con el caso de las supuestas cuotas racistas en la Federación Francesa de Fútbol y el seleccionador Laurent Blanc.
Escribo esto cuando no todavía no ha hablado la ministra de Deportes y antes de saber la decisión que tomará, el jueves, el Consejo Federal de la Federación Francesa (FFF). Toda esta batahola de supuesto racismo no es más que la élite biempensante parisiense gritando “¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo!”. Una americanización de la sociedad francesa. Y yo me pregunto si hasta cierto complejo de culpabilidad no asumido con el tema de las minorías raciales.
Los hechos se conocen y no los repetiremos. Sólo una supuesta frase atribuida a Laurent Blanc en la famosa reunión donde los responsables federativos habrían diseñado un sistema para reducir el número de negros y árabes en las categorías inferiores: “Los españoles me han dicho: nosotros no tenemos ese problema. Nosotros no tenemos negros”.
Ahora recuerdo otra charla privada, en este caso con Laurent Blanc, hace pocos meses, justo antes del verano pasado, cuando todavía no era entrenador de la selección. “Qué envidia me da la formación en España. Tenemos mucho que aprender de vosotros. Habéis triunfado con dos criterios: técnica y mentalidad, inteligencia de juego. Nosotros seguimos insistiendo en un fútbol antiguo: físico y táctica”.
Thuram y Vieira, 'los justicieros'
¿Escondía el tranquilo Laurent, tras su hablar pausado, su gesto de sempiterno somnoliento y sus gafas de diseño, un racista acovachado? Esta mañana decidí preguntarle a un famoso presentador de deportes de la tv francesa que también lo conoce. Su respuesta: “Lo que ha habido es una tormenta mediática. Se han embalado todos, tras la bandera de lo políticamente correcto, azuzados por algunas declaraciones públicas como las de Thuram y Vieira, y ahora Francia se empieza a dar cuenta de que no había tal racismo y de que todo se ha sacado de contexto”.
Exactamente esa descontextualización es la conclusión a la que llega la comisión de investigación parlamentaria, por lo que ni habrá sanciones, ni denuncia penal, ni nada. Una tormenta de arena. Todo quedará en una frase fuera de sitio de un dirigente de la Federación, François Blacquart, en una reunión privada. Nunca se llegó a plantear nada parecido a una cuota de blancos ni nada semejante. El problema es otro, dice el periodista televisivo francés: “¿Hablar de criterios físicos es hablar de criterios racistas?”. O bien, si los seis centrales con los que jugaba Clemente fuesen españoles negros, y alguien hubiese pedido sustituirles por nuestros actuales blancos bajitos y técnicos, ¿alguien habría gritado racismo?
El gran problema para la FFF es que la selección de Argelia, por ejemplo, se presentó al Mundial con 23 jugadores. De ellos, 18 nacidos en Francia. Moussa Sow, pichichi de la Ligue 1 con el Lille, nació en la periferia de París. Ganó el Europeo sub-19 con la selección de Francia. Pegó un bajón en su juego, Senegal lo llamó y decidió cambiar de equipo nacional. Ahora explota y Francia, que lo ha formado, no puede llamarlo para los bleus.
Para hacerse una idea del problema, el 50% de los jugadores de las categorías inferiores de la selección francesa están en esta situación y podrían terminar en otra selección. ¿Justo o injusto? Un debate lícito y con muchos matices (Puskas, por ejemplo, jugó con Hungría… antes de hacerlo con España)… pero seguro que no es un debate racista. Tweet
miércoles, 13 de abril de 2011
El fútbol vasco y su RH: los centros, a la olla
Por Rocheteau
Hasta que salió hoy por la puerta del centro penitenciario Jaén II, José María Sagarduy, Gatza, llevaba 31 años en prisión. Era el recluso etarra más veterano con casi 31 años a la sombra, viendo a su Real Sociedad por la pantallita de la tv de la celda… cuando la retransmitían. O sea, rara vez.
A Gatza lo trincaron en plena época de gloria realista. Aquella temporada 78-79, el equipo que luego sería bicampeón ya calentaba motores y terminó tercero. En el bar Azul de Gernika, la noche del 2 de noviembre de 1978, el patrón Bonifacio Idoyaba rellenaba el boleto de la Quiniela. Debía de estarse pensando qué poner en el Hércules-Athletic (acabó 0-1), porque el ‘uno’ a la Real parecía claro, a tres días de recibir al Rayo en Atocha (acabó 2-0). En ese momento, sonaron siete disparos Parabellum 9 mm.
A un cliente le cayeron cinco y no se levantó. A su novia le dieron dos, y todavía lo cuenta.
Por ese asesinato, Gatza entró en la trena. Todavía le dio tiempo a celebrar en la clandestinidad la clasificación para la UEFA de la Real, con los 20 roscos de Satrústegui. El Athletic cumplió la papeleta con su noveno puesto y el Osasuna todavía moraba en Segunda.
Seguro que ahora que puede consumir todo el fútbol que le dé la gana, se preguntará si los equipos vascos mantienen las esencias euskaldunes del patapúm o se han vendido al ibérico e imperialista tiki-taka. Gatza respirará aliviado: el RH del fútbol vasco sigue intacto.
Imperialista tiki-taka
Nos lo cuenta GARA en un artículo clarificador, como su título: “Los datos no mienten, el fútbol vasco sigue siendo muy inglés”. Basta agarrar la clasificación de centros a la olla de los equipos ligueros. El primero, el Athletic. ¿Segundo? Osasuna. ¿Tercero? Pues sí, la Real Sociedad. El nuevo Zarra o Julio Salinas del Athletic es un poco menos tosco, pero todavía más grande, Fernando Llorente. Los centros le caen de Iraola. Lo divertido es la media: 31,74 por partido (o sea, uno cada menos de tres minutos). Tras Sarajevo no se había visto semejante asedio.
El Osasuna ha cambiado a Irigibel o Robinson por dos tanques como Pandiani (13 goles de cabeza en las dos últimas ligas, 9 con los pies) y Aranda. Y la Real Sociedad repatrió a Joseba Llorente, que no es Kovacevic, pero ahí le anda, a cazar los envíos de Xabi Prieto y Griezmann.
¿El que menos centros tira al área? El Barça, por supuesto. Vamos, que la ikurriña no es una copia de la Union Jack british sólo por casualidad. Y Gatza ya no podrá ir a Atocha, sino a Anoeta, pero no verá un fútbol muy diferente... Tweet
Hasta que salió hoy por la puerta del centro penitenciario Jaén II, José María Sagarduy, Gatza, llevaba 31 años en prisión. Era el recluso etarra más veterano con casi 31 años a la sombra, viendo a su Real Sociedad por la pantallita de la tv de la celda… cuando la retransmitían. O sea, rara vez.
A Gatza lo trincaron en plena época de gloria realista. Aquella temporada 78-79, el equipo que luego sería bicampeón ya calentaba motores y terminó tercero. En el bar Azul de Gernika, la noche del 2 de noviembre de 1978, el patrón Bonifacio Idoyaba rellenaba el boleto de la Quiniela. Debía de estarse pensando qué poner en el Hércules-Athletic (acabó 0-1), porque el ‘uno’ a la Real parecía claro, a tres días de recibir al Rayo en Atocha (acabó 2-0). En ese momento, sonaron siete disparos Parabellum 9 mm.
A un cliente le cayeron cinco y no se levantó. A su novia le dieron dos, y todavía lo cuenta.
Por ese asesinato, Gatza entró en la trena. Todavía le dio tiempo a celebrar en la clandestinidad la clasificación para la UEFA de la Real, con los 20 roscos de Satrústegui. El Athletic cumplió la papeleta con su noveno puesto y el Osasuna todavía moraba en Segunda.
Seguro que ahora que puede consumir todo el fútbol que le dé la gana, se preguntará si los equipos vascos mantienen las esencias euskaldunes del patapúm o se han vendido al ibérico e imperialista tiki-taka. Gatza respirará aliviado: el RH del fútbol vasco sigue intacto.
Imperialista tiki-taka
Nos lo cuenta GARA en un artículo clarificador, como su título: “Los datos no mienten, el fútbol vasco sigue siendo muy inglés”. Basta agarrar la clasificación de centros a la olla de los equipos ligueros. El primero, el Athletic. ¿Segundo? Osasuna. ¿Tercero? Pues sí, la Real Sociedad. El nuevo Zarra o Julio Salinas del Athletic es un poco menos tosco, pero todavía más grande, Fernando Llorente. Los centros le caen de Iraola. Lo divertido es la media: 31,74 por partido (o sea, uno cada menos de tres minutos). Tras Sarajevo no se había visto semejante asedio.
El Osasuna ha cambiado a Irigibel o Robinson por dos tanques como Pandiani (13 goles de cabeza en las dos últimas ligas, 9 con los pies) y Aranda. Y la Real Sociedad repatrió a Joseba Llorente, que no es Kovacevic, pero ahí le anda, a cazar los envíos de Xabi Prieto y Griezmann.
¿El que menos centros tira al área? El Barça, por supuesto. Vamos, que la ikurriña no es una copia de la Union Jack british sólo por casualidad. Y Gatza ya no podrá ir a Atocha, sino a Anoeta, pero no verá un fútbol muy diferente... Tweet
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miércoles, 9 de marzo de 2011
Libres y directos: Wenger
Con Wenger, todos contentos
Por snedecor
Supongo que me toca hacer de abogado defensor. No soy un talibán del wengerismo, esa religión tan de moda entre muchos jóvenes españoles aficionados al fútbol internacional, pero creo que está claro que lo del alsaciano tiene su mérito. Tendemos a recordar sólo sus resultados más recientes, y aunque es verdad que últimamente ha transformado al Arsenal en el pupas inglés, incapaz de levantar un título aunque se lo pongan en bandeja, su etapa al frente de los gunners tiene más luces que sombras. Este hombre cambió el arcaico estilo de fútbol que solía caracterizar al club y, jugando en la caja de cerillas que era Highbury, levantó un equipo maravilloso (y ganador) con los Vieira, Ljungberg, Pires, Bergkamp y Henry, al que sólo le faltó un título europeo para ser definitivamente histórico. ¿O acaso nos hemos olvidado de cómo jugaba esa gente? Si hasta mostrencos como Wiltord o Gilberto Silva parecían buenos…
Sí, eso se acabó. Los años no perdonan a nadie y la necesidad económica derivada del cambio de estadio obligó a cambiar de proyecto, a apostar por jóvenes talentos con todos los riesgos que eso conlleva, pero manteniendo ese mismo estilo de toque, presión y velocidad. Y obviamente los resultados se resienten, falta competitividad en los momentos clave y hasta podríamos hablar de las continuas lesiones que asolan al equipo en los tramos decisivos de las temporadas, pero demonios, si es que son una panda de mocosos que luchan codo con codo contra transatlánticos de lujo. Y jugando de vicio casi siempre.
Todo mientras las cuentas siguen cuadrando. Y eso, en esta época de muchimillonarios arruina-equipos y deudas galácticas, tiene mucho mérito. Y además, si como parece sus aficionados están contentos con Wenger, ¿para qué discutir? Más opciones para que los demás ganemos algo.
Wenger, ¿de qué vas?
Por Sopenilla
A estas alturas de tercer tiempo, es un alivio comprobar que el uniforme amarillo del Arsenal aún no ha alcanzado la categoría de pretexto. Ni que tampoco lo haya conseguido la lesión de Szczesny. En un deporte en el que el análisis ha sido postergado por las anécdotas, cualquier detalle tiene visos de poder convertirse en clave interpretativa. A fuerza de disfrazarse de forofos, los periodistas fueron los primeros en descubrirlo. Desde que las ruedas de prensa marcan la agenda informativa, algunos técnicos decidieron asumir ese rol.
Ver caer a Wenger en la complacencia arbitral no deja de ser una decepción. Pero, a la vez, parece otra muestra más de su gusto por el atrevimiento. Admitamos que uno decide trocar un equipo de competición por una academia de talentos precoces. Admitamos que uno trata de revertir el pelotazo anacrónico por la vanguardia del toque. Admitamos, incluso, que uno amenaza con el órdago aun sin contar con buenas cartas. Si, ante el primer envite, lo que acontece es la incomparecencia, no es que haya que poner en tela de juicio tal atrevimiento; es que directamente nos planteamos si lo que hubo fue un ejercicio de inconsciencia o una soberana gilipollez.
No obstante, en un mundo de maniqueos como el nuestro, lo que para algunos es un motivo de loa y alabanza, para otros resulta histriónico. Quizá lo mejor sería que quitásemos hierro a esta eliminatoria. En el fondo, la indefinición es un hecho consustancial a un alsaciano.
Su reino por un partido
Por Halftown
Prometió que no lo haría. El lunes pudo escucharlo todo el planeta: “no saldremos a defender el 0-0. Para evitar el efecto lost in translation, Arsène Wenger dijo precisamente: “You can't go to Barcelona, play for a 0-0 and not try to score. It's also not the personality of this team”. Prometió que no lo haría, y los demás le creímos. Al fin y al cabo se trataba de Wenger, el gurú alsaciano, el mismo que convirtió a un club soporífero en el equipo más excitante de la mejor liga del mundo.
Cero tiros. No ya a puerta, sino a donde sea. El cañón del Arsenal no disparó ni una sola vez en noventa minutos de batalla en Barcelona.
Frente al cortoplacismo del mundo del fútbol, Arsène Wenger siempre ha sido el referente de las cosas bien hechas. Todos creímos que los títulos eran sólo cuestión de tiempo, pero seis años de sequía han podido con él.
Se equivocó al pensar que la victoria pasaba por renunciar a su filosofía. Nadie le habría reprochado el perder con el Barça de Guardiola. El profeta Wenger sacrificó su idea por un resultado. Prometió que no lo haría.
El adiós de un romántico del fútbol...
Sal Emergui (Tel-Aviv)
Muchos culés teníamos a Arsène Wenger como referencia. Por su oferta de futbol precioso y técnico en un contexto tan duro y fisico como el inglés. Por su elegancia. Por su apuesta eterna por los jóvenes. Por mil razones que no caben en este espacio. Hasta anoche. El filósofo francés se descubrió como un bunkerista más y lo que es peor un mal perdedor.
Es verdad que jugar al ataque en el Camp Nou es un suicidio pero intentar aparcar el autobús con jugadores que no están diseñados para eso ¿no lo es también? Pero lo triste no es lo que se vio en el campo ya que él no tiene la culpa de la abismal diferencia entre los jugadores, la lesión de Cesc o la magia de Messi. Lo peor fue la rueda de prensa en la que se descubrió como un mal perdedor. Para muchos culés, su discurso tan fino y selecto como un vino francés, tenía un texto propio del Special One. El holandés Van Idiota se merece una bofetada de su entrenador pero no la tarjeta caprichosa del árbitro suizo. Pero de ahí a justificar toda la eliminatoria en eso….c´est la folie!
Dicho esto, si el Barça no empieza a materializar ocasiones, lo tendrá crudo. En el camino a Wembley, se topará con zorros menos inocentes que los jóvenes de Londres. Y, Pep, Dios, por Dios, si no cuentas con Milito, ¡ficha un central de garantías! Imagínate que ayer enfrente de Busquets estuviera Drogba, o, madre mía, el Ibra vengativo….
Arsenia, esa chica guapa de Alsacia
Por Rocheteau
Imaginen a una chica guapa de Alsacia que quería ser modelo. La chica, Arsenia, era espigada, buen porte, monilla… fue a Japón y gustó su exotismo. Ella aprendió don de gentes, idiomas y a comer con palillos. Algo esencial si quieres sobrevivir sin morirte de hambre en Inglaterra, su destino posterior.
Dio un braguetazo al llegar a Londres, se buscó un novio con posibles que la colmó de regalos. La chica, con la mejor manicura, los vestidos más caros y sentada en un cochazo, pues daba el pego. Vivía en Islington, zona ‘pija Tony Blair’, cerca de Highbury.
Pero llegó la separación. Otras maniquíes empezaron a copiarle el estilo, se compraron mejores ropas, ella vio cómo las cuentas de su chico flaqueaban y la chica cada vez parecía más de Alsacia. Ya no era tan sofisticada. Llevaba seis años sin llevarse una portada.
Se separó y empezó a a costarse con chiquillos. Cada vez más jóvenes. Que la hacían parecer a ella cada vez más vieja. En los casting, siempre alguien le comía la tostada. Ella siempre tenía una excusa. Que si la pista de baile resbalaba, que si ese día no se había despertado bien… Vivía de su fama, de ser siempre la más elegante. Hasta que se cruzó con una morena de Barcelona. A su lado, Arsenia palideció. Era lo que ella siempre quiso ser y nunca pudo. Tweet
Por snedecor
Supongo que me toca hacer de abogado defensor. No soy un talibán del wengerismo, esa religión tan de moda entre muchos jóvenes españoles aficionados al fútbol internacional, pero creo que está claro que lo del alsaciano tiene su mérito. Tendemos a recordar sólo sus resultados más recientes, y aunque es verdad que últimamente ha transformado al Arsenal en el pupas inglés, incapaz de levantar un título aunque se lo pongan en bandeja, su etapa al frente de los gunners tiene más luces que sombras. Este hombre cambió el arcaico estilo de fútbol que solía caracterizar al club y, jugando en la caja de cerillas que era Highbury, levantó un equipo maravilloso (y ganador) con los Vieira, Ljungberg, Pires, Bergkamp y Henry, al que sólo le faltó un título europeo para ser definitivamente histórico. ¿O acaso nos hemos olvidado de cómo jugaba esa gente? Si hasta mostrencos como Wiltord o Gilberto Silva parecían buenos…
Sí, eso se acabó. Los años no perdonan a nadie y la necesidad económica derivada del cambio de estadio obligó a cambiar de proyecto, a apostar por jóvenes talentos con todos los riesgos que eso conlleva, pero manteniendo ese mismo estilo de toque, presión y velocidad. Y obviamente los resultados se resienten, falta competitividad en los momentos clave y hasta podríamos hablar de las continuas lesiones que asolan al equipo en los tramos decisivos de las temporadas, pero demonios, si es que son una panda de mocosos que luchan codo con codo contra transatlánticos de lujo. Y jugando de vicio casi siempre.
Todo mientras las cuentas siguen cuadrando. Y eso, en esta época de muchimillonarios arruina-equipos y deudas galácticas, tiene mucho mérito. Y además, si como parece sus aficionados están contentos con Wenger, ¿para qué discutir? Más opciones para que los demás ganemos algo.
Wenger, ¿de qué vas?
Por Sopenilla
A estas alturas de tercer tiempo, es un alivio comprobar que el uniforme amarillo del Arsenal aún no ha alcanzado la categoría de pretexto. Ni que tampoco lo haya conseguido la lesión de Szczesny. En un deporte en el que el análisis ha sido postergado por las anécdotas, cualquier detalle tiene visos de poder convertirse en clave interpretativa. A fuerza de disfrazarse de forofos, los periodistas fueron los primeros en descubrirlo. Desde que las ruedas de prensa marcan la agenda informativa, algunos técnicos decidieron asumir ese rol.
Ver caer a Wenger en la complacencia arbitral no deja de ser una decepción. Pero, a la vez, parece otra muestra más de su gusto por el atrevimiento. Admitamos que uno decide trocar un equipo de competición por una academia de talentos precoces. Admitamos que uno trata de revertir el pelotazo anacrónico por la vanguardia del toque. Admitamos, incluso, que uno amenaza con el órdago aun sin contar con buenas cartas. Si, ante el primer envite, lo que acontece es la incomparecencia, no es que haya que poner en tela de juicio tal atrevimiento; es que directamente nos planteamos si lo que hubo fue un ejercicio de inconsciencia o una soberana gilipollez.
No obstante, en un mundo de maniqueos como el nuestro, lo que para algunos es un motivo de loa y alabanza, para otros resulta histriónico. Quizá lo mejor sería que quitásemos hierro a esta eliminatoria. En el fondo, la indefinición es un hecho consustancial a un alsaciano.
Su reino por un partido
Por Halftown
Prometió que no lo haría. El lunes pudo escucharlo todo el planeta: “no saldremos a defender el 0-0. Para evitar el efecto lost in translation, Arsène Wenger dijo precisamente: “You can't go to Barcelona, play for a 0-0 and not try to score. It's also not the personality of this team”. Prometió que no lo haría, y los demás le creímos. Al fin y al cabo se trataba de Wenger, el gurú alsaciano, el mismo que convirtió a un club soporífero en el equipo más excitante de la mejor liga del mundo.
Cero tiros. No ya a puerta, sino a donde sea. El cañón del Arsenal no disparó ni una sola vez en noventa minutos de batalla en Barcelona.
Frente al cortoplacismo del mundo del fútbol, Arsène Wenger siempre ha sido el referente de las cosas bien hechas. Todos creímos que los títulos eran sólo cuestión de tiempo, pero seis años de sequía han podido con él.
Se equivocó al pensar que la victoria pasaba por renunciar a su filosofía. Nadie le habría reprochado el perder con el Barça de Guardiola. El profeta Wenger sacrificó su idea por un resultado. Prometió que no lo haría.
El adiós de un romántico del fútbol...
Sal Emergui (Tel-Aviv)
Muchos culés teníamos a Arsène Wenger como referencia. Por su oferta de futbol precioso y técnico en un contexto tan duro y fisico como el inglés. Por su elegancia. Por su apuesta eterna por los jóvenes. Por mil razones que no caben en este espacio. Hasta anoche. El filósofo francés se descubrió como un bunkerista más y lo que es peor un mal perdedor.
Es verdad que jugar al ataque en el Camp Nou es un suicidio pero intentar aparcar el autobús con jugadores que no están diseñados para eso ¿no lo es también? Pero lo triste no es lo que se vio en el campo ya que él no tiene la culpa de la abismal diferencia entre los jugadores, la lesión de Cesc o la magia de Messi. Lo peor fue la rueda de prensa en la que se descubrió como un mal perdedor. Para muchos culés, su discurso tan fino y selecto como un vino francés, tenía un texto propio del Special One. El holandés Van Idiota se merece una bofetada de su entrenador pero no la tarjeta caprichosa del árbitro suizo. Pero de ahí a justificar toda la eliminatoria en eso….c´est la folie!
Dicho esto, si el Barça no empieza a materializar ocasiones, lo tendrá crudo. En el camino a Wembley, se topará con zorros menos inocentes que los jóvenes de Londres. Y, Pep, Dios, por Dios, si no cuentas con Milito, ¡ficha un central de garantías! Imagínate que ayer enfrente de Busquets estuviera Drogba, o, madre mía, el Ibra vengativo….
Arsenia, esa chica guapa de Alsacia
Por Rocheteau
Imaginen a una chica guapa de Alsacia que quería ser modelo. La chica, Arsenia, era espigada, buen porte, monilla… fue a Japón y gustó su exotismo. Ella aprendió don de gentes, idiomas y a comer con palillos. Algo esencial si quieres sobrevivir sin morirte de hambre en Inglaterra, su destino posterior.
Dio un braguetazo al llegar a Londres, se buscó un novio con posibles que la colmó de regalos. La chica, con la mejor manicura, los vestidos más caros y sentada en un cochazo, pues daba el pego. Vivía en Islington, zona ‘pija Tony Blair’, cerca de Highbury.
Pero llegó la separación. Otras maniquíes empezaron a copiarle el estilo, se compraron mejores ropas, ella vio cómo las cuentas de su chico flaqueaban y la chica cada vez parecía más de Alsacia. Ya no era tan sofisticada. Llevaba seis años sin llevarse una portada.
Se separó y empezó a a costarse con chiquillos. Cada vez más jóvenes. Que la hacían parecer a ella cada vez más vieja. En los casting, siempre alguien le comía la tostada. Ella siempre tenía una excusa. Que si la pista de baile resbalaba, que si ese día no se había despertado bien… Vivía de su fama, de ser siempre la más elegante. Hasta que se cruzó con una morena de Barcelona. A su lado, Arsenia palideció. Era lo que ella siempre quiso ser y nunca pudo. Tweet
miércoles, 2 de marzo de 2011
Libres y directos: Kaká
Esperando a Bobby Fischer
Por el gordo de Minnessotta
Bobby Fischer, leyenda indomable del ajedrez y hombre atormentado por su elevadísimo coeficiente intelectual, falleció hace tres años. Tras derrotar al soviético Boris Spassky en 1972 y convertirse en símbolo de la guerra fría, Fischer desapareció en 1975 sin dejar rastro. Siete años más tarde nació Ricardo Kaká, futbolista de etiqueta, elegante de cuna, del que se asegura que ha muerto para el fútbol. Al menos el de élite, donde compite el Real Madrid, que es lo que interesa. Por eso, mis colegas de FNF lo venderían por un chelín a cualquier equipo de la madre Rusia. Algunos aún le esperamos. Y mi razón se llama Bobby Fischer. Me explico.
Hace ya dos meses que Kaká regresó de su particular calvario de pubalgias y sospechas de absentismo laboral, pero su fútbol está en busca y captura. Nadie sabe dónde están sus fintas de salón, los regates imposibles, esa zancada de niño pijo que sembraba de envidia los campos de fútbol. Un misterio. Como el del talento perdido de Fischer, esa inteligencia capaz de virar el sentido de una guerra, aunque fuese fría. Fue tentado para volver al carril de la sociedad, aunque a la inmensa mayoría le diese igual el ajedrez. Ignoraban qué era un peón o un alfil, lo que querían era contemplar ese derroche de inteligencia que manaba en cada movimiento, en cada jugada.
Con la llegada de internet, por los foros corrió la leyenda de que Fischer competía en partidas online bajo un seudónimo. Seguramente fuese una burda mentira más de las que plagan la red, pero ese rumor respondía a un deseo, a una ilusión: volver a sentir la inmensidad de su talento. Aún hoy muchos creen que su muerte sólo fue una treta más para lograr su anhelado olvido. Igual que muchos seguimos creyendo que la supuesta defunción deportiva de Kaká es eso, un supuesto, que su fútbol volverá a florecer. En otras palabras, seguimos esperando a nuestro Bobby Fischer.
Kaká, activo virtual
Por Halftown
Ricardo Kaká se define a sí mismo en su Twitter como un cristiano, marido y padre que ama el fútbol. Por ese orden. Gracias a una atención minuciosa a todo el que le escribe, el brasileño ha conseguido alcanzar casi tres millones de followers, muy por delante de los 759.000 de Iniesta, los casi dos millones de CR9, y más del doble de los que tiene Real Madrid.
Hace no tanto que Kaká era mucho más que una estrella virtual. Dieciocho meses miserables no deberían hacernos olvidar el pedazo de futbolista que es el brasileño. Decía el otro día Segurola que Di María y Ozil le habían sacado de rueda. Quizá sí, pero también dijo Johan Cruyff que los buenos futbolistas siempre pueden jugar juntos.
Cuando hace año y medio se vistió de blanco, los expertos calculaban que los productos derivados Kaká iban a hacer ingresar al Madrid 90 millones de euros. Ocho meses de lesión y cero títulos más tarde, el brasileño es la bandera del fracaso momentáneo de la galaxia blanca 2.0. Y aun así le eligieron para salir en la portada del FIFA 2011. ¿Cuánto podrá sobrevivir la marca Kaká sin Kaká el futbolista?
Si bien en lo deportivo sigue sin distinguir los árboles del bosque, el libro de cuentas de Florentino Pérez sabe que hay que vender cuando se cotiza al alza. A punto de cumplir 29 años, el activo patrimonial Kaká tiene contrato hasta 2015. Margen de sobra para revalorizarse.
Del Balón de Oro al Marca Leyenda
Por Rocheteau
Kaká llegó a España con un Balón de Oro. Y se irá con un MARCA Leyenda. En ese viaje argumental, de la joya a la bisutería, se resume el tránsito de mejor jugador del mundo a inane mediapunta que ha sufrido Ricardo el de los 65 en el Real Madrid. Una cosa no ha cambiado, seguiría dejándole a cargo de mi hermana un sábado por la noche sin mucho resquemor.
Sigue habiendo quien mira al de la rectilínea dentadura con postración genuflexa. Normal. Cada gran jugador consigue una cuota de fieles que se mantienen incólumes como los japoneses que seguían peleando a finales de los 40, en alguna isla del Pacífico, por un Ejército que había perdido la II Guerra Mundial cinco años antes. Si encima esos fans un día picaron en su terruño olvidado y les salió gas, y quieren pagarse un rato de Kaká, como Gadafi se llevó a Beyoncé para un concierto privado, pues nada, a poner la mano y salir silbando, como en los buenos cómics.
Podría ser peor. En Inglaterra muchos ex jugadores terminan amenizando, con chistes encontrados en manuales, cenas en restaurantes de provincia una vez terminado el partido del día. La gente paga su cuota y así pueden pensar en que ellos también conocieron a aquel famoso lateral del Newcastle mientras contemplan su dentadura postiza. Son los famosos after dinner's speech. Kaká ni siquiera podría. Nadie pagaría un maldito duro por cenar con un tío sin gracia. Tweet
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