miércoles, 9 de marzo de 2011

Libres y directos: Wenger

Con Wenger, todos contentos
Por snedecor

Supongo que me toca hacer de abogado defensor. No soy un talibán del wengerismo, esa religión tan de moda entre muchos jóvenes españoles aficionados al fútbol internacional, pero creo que está claro que lo del alsaciano tiene su mérito. Tendemos a recordar sólo sus resultados más recientes, y aunque es verdad que últimamente ha transformado al Arsenal en el pupas inglés, incapaz de levantar un título aunque se lo pongan en bandeja, su etapa al frente de los gunners tiene más luces que sombras. Este hombre cambió el arcaico estilo de fútbol que solía caracterizar al club y, jugando en la caja de cerillas que era Highbury, levantó un equipo maravilloso (y ganador) con los Vieira, Ljungberg, Pires, Bergkamp y Henry, al que sólo le faltó un título europeo para ser definitivamente histórico. ¿O acaso nos hemos olvidado de cómo jugaba esa gente? Si hasta mostrencos como Wiltord o Gilberto Silva parecían buenos…

Sí, eso se acabó. Los años no perdonan a nadie y la necesidad económica derivada del cambio de estadio obligó a cambiar de proyecto, a apostar por jóvenes talentos con todos los riesgos que eso conlleva, pero manteniendo ese mismo estilo de toque, presión y velocidad. Y obviamente los resultados se resienten, falta competitividad en los momentos clave y hasta podríamos hablar de las continuas lesiones que asolan al equipo en los tramos decisivos de las temporadas, pero demonios, si es que son una panda de mocosos que luchan codo con codo contra transatlánticos de lujo. Y jugando de vicio casi siempre.

Todo mientras las cuentas siguen cuadrando. Y eso, en esta época de muchimillonarios arruina-equipos y deudas galácticas, tiene mucho mérito. Y además, si como parece sus aficionados están contentos con Wenger, ¿para qué discutir? Más opciones para que los demás ganemos algo.


Wenger, ¿de qué vas?
Por Sopenilla


A estas alturas de tercer tiempo, es un alivio comprobar que el uniforme amarillo del Arsenal aún no ha alcanzado la categoría de pretexto. Ni que tampoco lo haya conseguido la lesión de Szczesny. En un deporte en el que el análisis ha sido postergado por las anécdotas, cualquier detalle tiene visos de poder convertirse en clave interpretativa. A fuerza de disfrazarse de forofos, los periodistas fueron los primeros en descubrirlo. Desde que las ruedas de prensa marcan la agenda informativa, algunos técnicos decidieron asumir ese rol.

Ver caer a Wenger en la complacencia arbitral no deja de ser una decepción. Pero, a la vez, parece otra muestra más de su gusto por el atrevimiento. Admitamos que uno decide trocar un equipo de competición por una academia de talentos precoces. Admitamos que uno trata de revertir el pelotazo anacrónico por la vanguardia del toque. Admitamos, incluso, que uno amenaza con el órdago aun sin contar con buenas cartas. Si, ante el primer envite, lo que acontece es la incomparecencia, no es que haya que poner en tela de juicio tal atrevimiento; es que directamente nos planteamos si lo que hubo fue un ejercicio de inconsciencia o una soberana gilipollez.

No obstante, en un mundo de maniqueos como el nuestro, lo que para algunos es un motivo de loa y alabanza, para otros resulta histriónico. Quizá lo mejor sería que quitásemos hierro a esta eliminatoria. En el fondo, la indefinición es un hecho consustancial a un alsaciano.


Su reino por un partido
Por Halftown


Prometió que no lo haría. El lunes pudo escucharlo todo el planeta: “no saldremos a defender el 0-0. Para evitar el efecto lost in translation, Arsène Wenger dijo precisamente: “You can't go to Barcelona, play for a 0-0 and not try to score. It's also not the personality of this team”. Prometió que no lo haría, y los demás le creímos. Al fin y al cabo se trataba de Wenger, el gurú alsaciano, el mismo que convirtió a un club soporífero en el equipo más excitante de la mejor liga del mundo.

Cero tiros. No ya a puerta, sino a donde sea. El cañón del Arsenal no disparó ni una sola vez en noventa minutos de batalla en Barcelona.

Frente al cortoplacismo del mundo del fútbol, Arsène Wenger siempre ha sido el referente de las cosas bien hechas. Todos creímos que los títulos eran sólo cuestión de tiempo, pero seis años de sequía han podido con él.

Se equivocó al pensar que la victoria pasaba por renunciar a su filosofía. Nadie le habría reprochado el perder con el Barça de Guardiola. El profeta Wenger sacrificó su idea por un resultado. Prometió que no lo haría.


El adiós de un romántico del fútbol...
Sal Emergui (Tel-Aviv)


Muchos culés teníamos a Arsène Wenger como referencia. Por su oferta de futbol precioso y técnico en un contexto tan duro y fisico como el inglés. Por su elegancia. Por su apuesta eterna por los jóvenes. Por mil razones que no caben en este espacio. Hasta anoche. El filósofo francés se descubrió como un bunkerista más y lo que es peor un mal perdedor.

Es verdad que jugar al ataque en el Camp Nou es un suicidio pero intentar aparcar el autobús con jugadores que no están diseñados para eso ¿no lo es también? Pero lo triste no es lo que se vio en el campo ya que él no tiene la culpa de la abismal diferencia entre los jugadores, la lesión de Cesc o la magia de Messi. Lo peor fue la rueda de prensa en la que se descubrió como un mal perdedor. Para muchos culés, su discurso tan fino y selecto como un vino francés, tenía un texto propio del Special One. El holandés Van Idiota se merece una bofetada de su entrenador pero no la tarjeta caprichosa del árbitro suizo. Pero de ahí a justificar toda la eliminatoria en eso….c´est la folie!

Dicho esto, si el Barça no empieza a materializar ocasiones, lo tendrá crudo. En el camino a Wembley, se topará con zorros menos inocentes que los jóvenes de Londres. Y, Pep, Dios, por Dios, si no cuentas con Milito, ¡ficha un central de garantías! Imagínate que ayer enfrente de Busquets estuviera Drogba, o, madre mía, el Ibra vengativo….

Arsenia, esa chica guapa de Alsacia
Por Rocheteau

Imaginen a una chica guapa de Alsacia que quería ser modelo. La chica, Arsenia, era espigada, buen porte, monilla… fue a Japón y gustó su exotismo. Ella aprendió don de gentes, idiomas y a comer con palillos. Algo esencial si quieres sobrevivir sin morirte de hambre en Inglaterra, su destino posterior.

Dio un braguetazo al llegar a Londres, se buscó un novio con posibles que la colmó de regalos. La chica, con la mejor manicura, los vestidos más caros y sentada en un cochazo, pues daba el pego. Vivía en Islington, zona ‘pija Tony Blair’, cerca de Highbury.

Pero llegó la separación. Otras maniquíes empezaron a copiarle el estilo, se compraron mejores ropas, ella vio cómo las cuentas de su chico flaqueaban y la chica cada vez parecía más de Alsacia. Ya no era tan sofisticada. Llevaba seis años sin llevarse una portada.

Se separó y empezó a a costarse con chiquillos. Cada vez más jóvenes. Que la hacían parecer a ella cada vez más vieja. En los casting, siempre alguien le comía la tostada. Ella siempre tenía una excusa. Que si la pista de baile resbalaba, que si ese día no se había despertado bien… Vivía de su fama, de ser siempre la más elegante. Hasta que se cruzó con una morena de Barcelona. A su lado, Arsenia palideció. Era lo que ella siempre quiso ser y nunca pudo.

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