domingo, 5 de abril de 2009

El baño, de derechas; la ducha, progre. ¿Y el fútbol?

Por Rocheteau
Foto: Mauro Paviotti


Giorgio Gaber encontró una excelente teoría sobre qué es ser de derechas y qué de izquierdas. Lo cual tiene un mérito doble: lo logró con una canción, Destra-Sinistra, y el tipo es italiano. El único país donde un democristiano, Dario Franceschini, puede liderar al partido ex comunista, y un posfascista como Gianfranco Fini, encarnar la moderación de la derecha catódico-populista que gobierna Italia.

Pero lo que para Gaber era fácilmente catalogable (“darse un baño es de derechas, ducharse, obviamente, es de izquierdas; las películas de hoy son de derechas, si aburren son de izquierdas; no se sabe si la suerte es de derechas, pero la mala fortuna, ésa, ésa siempre es de izquierdas…” y aquí van sólo unas estrofas) se complica un poco más cuando hablamos de fútbol.

En España, que limita al norte, sur, este y oeste con sus propios prejuicios, nos han vendido un molde mental con la misma enjundia que una lasaña de microondas: el fútbol de toque es de izquierdas; el de brega, de derechas. La gauche caviar de Menotti y Valdano contra la fragua de maldades de los Bilardo, Mourinho o, aún peor, la colección de computadoras malignas de Rafael Benítez. Tiene su gracia la peli, con sus buenos buenísimos y sus malos malísimos (todos se han creído su papel y lo explotan a conciencia), y ofrece batallas épicas… pero a mí no me convence.

Vale que los personajes no ayudan (véase Capello y su oda al “cierto orden” de Franco), pero el canto al individualismo del mediapunta y el “a cada uno según su talento” a un servidor le parecen, modestamente, más tirando a liberales que el obrerismo del “todos iguales“, el “a cada uno según su esfuerzo” de Don Fabio y otros coroneles de la estirpe.

Destra e sinistra

Dino Zoff era hijo de agricultores y venía, casualidad o no, como Capello, del Friuli, esa buhardilla de Italia que vislumbra Austria al final del pasillo. Dino Zoff fue conocido como “la roca“ bajo los palos. Y el apodo también lo describía ante un micrófono. Donde cabía un monosílabo, sobraba el resto. Dino Zoff era de izquierdas, pero en vez de verbo florido tenía conciencia de clase. Por supuesto, Dino Zoff fue luego un entrenador de los de defensa y contraataque.

Berlusconi sabía de las ideas de Zoff. Y cuando Trezeguet, en plena prórroga, clavó la semivolea que le dio el Europeo de 2000 a Francia frente a Italia, soltó su todopoderosa ira (y el collar de sus medios rugientes y rabiosos) contra el taciturno del Friuli. Le faltaba fantasía. No tenía arrojo. Se había encerrado tras el 1-0 de Delvecchio. Era un cobarde y un indigno. Y, además, de izquierdas.

Veinticuatro horas después, Zoff entonó, por primera vez, algo más que un monosílabo. “Del señor Berlusconi no recibo lecciones de dignidad. No es justo que no se respete a un hombre que hace su trabajo con dedicación y humildad”. Acto seguido, dimitió. Y se fue a entrenar a la Lazio. Club, por cierto, históricamente de derechas. Muy de derechas.

Supongo que, a fin de cuentas, lo del fútbol de derechas o de izquierdas es una disquisición algo idiota. De eso ya se dio cuenta Gaber, que era un cantautor progre, aunque menos uniformado y más irónico que el resto de la casta de "cantautores-de-izquierda-de-los-setenta". Escribió Destra-Sinistra y luego terminó casándose con Ombretta Colli. Ex cantante y senadora de la derecha. Del partido de Berlusconi.

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