No entiendo qué le ha picado a los niños de esta época. Todos empeñados en broncearse como Cristiano Ronaldo, en soñar ser como Lionel Messi, en imitar a Iker Casillas (por motivos obvios). Estos mocosos no saben lo que es la vida. Si lo supieran, responderían sin pestañear: “Yo de mayor quiero ser Jerzy Dudek”.
No sabe lo que es un paparazzi. Sigue engordando su palmarés. Se sopla más de un millón de euros anuales. ¿Su trabajo? Calentar a Casillas una vez a la semana los domingos por la tarde y ponerse un chándal cada mañana para que los jugadores del Madrid sean pares en los partidillos.
¿Os habéis fijado en la sonrisa de Dudek? Beatífica. Celestial. Como de niño al que acaban de regalar su primer balón. Normal. El amigo ha jugado un partido de Liga en dos años, fue el portero del Alcorconazo y, con 37 palos, recibe una llamada del Real Madrid para renovar otro año más. Como para no sonreír...
Pero esa sonrisa esconde una historia que leí en un en un Fourfourtwo . Quizás Dudek sonríe porque nunca ha olvidado lo que le esperaba de no haber sido futbolista: un rostro lleno de hollín, una vida empujando camionetas y aspirando gases, una enfermedad respiratoria y probablemente una muerte entre los 50 y los 60. Y es que Jerzy fue minero.
Cuando tenía 17 años y jugaba de portero amateur en el club de su pueblo, Knurow, Dudek bajaba a la mina de carbón dos veces por semana como aprendiz. Lo explicó él mismo en The Guardian, cuando le preguntaron "¿Dónde estarías si no fueses futbolista?". "Probablemente, 60 metros bajo tierra. La minería está en nuestra sangre y estamos orgullosos de ello. Toda la gente que conocía eran mineros. En mi familia todos eran mineros".
Su precio: dos mineros
Le quedaban dos semanas para terminar las prácticas y convertirse en un currela más en la mina, cuando lo fichó un club de Tercera. Su precio: dos mineros. "El presidente me compró a cambio de dos aprendices de la mina que jugaban en ese club".
"La primera vez que bajé a la mina me sentí un guerrero. En mi pueblo, había 8.000 habitantes y todos trabajaban allí. No es sólo un trabajo, La gente lo adora. Es su identidad". No me lo imagino al bueno de Jerzy comentando la cuestión con los armanizados Guti o Beckham.
Todos los que conocen el vestuario del Madrid dicen que Dudek "hace grupo". Quizás eso también le viene de su pasado minero. "En la mina no puedes sobrevivir sin tu compañero. La gente se ayuda. Estamos todos unidos".
Y aunque no se le recuerda una buena parada en el Real Madrid, el tipo no pierde la fe. También cuestión de mineros. "La minería es como una religión y la religión es una parte de la minería. Los polacos son muy católicos y tienes que creer en algo si vas a bajar ahí todos los días. Tienes que pensar que Dios está de tu lado".
Por eso Dudek alucinó el día en que el verdadero ídolo polaco, Juan Pablo II (que en su juventud también fue guardameta) le recibió con motivo de un Italia-Polonia. Dudek, que ya había ganado la Champions (en aquella tanda ante el Milan donde resucitó los mimos simiescos de Grobelaar) y fue el elegido para entregarle al Papa una camiseta con su nombre a la espalda y, claro, el número uno. El portero del Madrid estaba tan nervioso... que la perdió en el trayecto al Vaticano.
Milan Baros, acojonado
Cuenta Dudek que él nunca se dio cuenta de lo que verdaderamente era una mina hasta que, ya futbolista invitó a varios amigos a su pueblo y organizó un descenso con Baros, Srmicek y otros. "Salieron acojonados. Es oscuro, estrecho y peligroso... pero un minero no piensa cada día en el peligro. Si no, no bajaría". Algo así como un portero no piensa que el Alcorcón te va a meter 4. Si no, no volvería a ponerse los guantes.
La verdad es que los mineros, esos carasnegras jugándose la vida por cuatro duros (zlotys, en el caso de los Dudek), siempre han suscitado la admiración del inconsciente colectivo. Unos pensarán en Los Miserables, otros en el "y templé mi corazón a pico y barrena", a cada cual lo suyo, pero los mineros han sido siempre algo así como los espartanos contemporáneos.
El fútbol tiene su ración de mineros: Raymond Kopa, el francés de origen polaco, trabajaba en la fosa 3 de la mina de Noeux, o Bill Shankly, el alma del Liverpool.Y ese misticismo tiznado de las minas ha convertido también a Tuilla en el pueblo más famoso de España. Pero Villa nunca bajó a las galerías. Era un travieso que no daba palo al agua, aunque su abuelo se llamase Trotsky y sacase el carbón a mordiscos de las entrañas asturianas. Dudek sí sabe lo que es apretar el botón y sentir el traqueteo mientras van pasando galerías.
Por eso el polaco sonríe en todas las fotos como el chaval al que le acaban de regalar su primer balón. Por eso el tío disfruta de su jubilación pagada por Florentino. Por eso está encantado de tener el mejor trabajo del mundo.
Quién pudiera, leches.
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